Retrato de Ricardo I. Dominio Público
Para ser honestos, cualquier revisión histórica de hechos ocurridos hace mucho tiempo debería mirarse a la luz del paradigma de no aplicar criterios éticos o morales actuales a comportamientos realizados en contextos históricos que nada tienen que ver con el presente, algo a lo que desgraciadamente asistimos con estupor últimamente en el mundo anglosajón, sobre todo en Norteamérica. También es cierto que la historia la escriben los vencedores, aunque eso no implica que podamos ignorar los hechos y las fuentes históricas contrastadas, así que en este artículo me propongo hablar precisamente de eso, de hechos históricos y de la figura del Rey Ricardo I en aquellos asuntos que los ingleses han obviado o minimizado, especialmente aquellos que dejan en entredicho dicha figura idealizada.
Ricardo, rey de Inglaterra y la III Cruzada
Ricardo Plantegenet tenía pocas posibilidades de ser rey siendo el tercer hijo varón en la línea de sucesión de la corona, aunque sí que tenía todos los mimbres para ser un hombre culto, noble y caballeroso gracias a la educación recibida en la corte de Poitiers y a la influencia de su madre francesa, Leonor de Aquitania, de quien era su favorito y de la que heredó además del Ducado de Aquitania y el condado de Gascuña su pasión por la poesía y el amor cortés, hasta el punto de que él mismo se consideraba un trovador y hoy en día se conservan algunas obras atribuidas al mismo.
La pasión por la guerra y la ambición debió de heredarla de su padre y esas virtudes terminarían convirtiéndolo en enemigo de su progenitor y finalmente en rey debido a la muerte de sus hermanos mayores. Fue coronado en julio de 1189 como rey de Inglaterra, pero lo cierto en que en toda su vida apenas pisó su reino más que unos meses. Ricardo era un caballero normando cuya lengua materna era el francés y aunque lógicamente lo hablaba, consideraba tosco el idioma inglés. Sus posesiones en Inglaterra le parecían pobres y de escaso interés en comparación con los amplios y ricos territorios franceses que poseía, a los que siempre prestó más atención. Naturalmente, eso le convertía en vasallo del rey francés Felipe II, de quien fue alternativamente aliado de conveniencia y su peor enemigo durante toda su vida.
En cuanto fue coronado, Ricardo se dedicó a establecer impuestos y a vender títulos y honores que dejaron esquilmado el reino para sufragar su aventura en la tercera cruzada. Curiosamente, con el tiempo la pobreza a la que sumió a Inglaterra con su ambición propició la sublevación de los nobles, que terminaron imponiendo la carta magna a la monarquía.
A esta Cruzada se habían sumado el rey de Francia Felipe II y el emperador Federico I “Barbarroja” y todos apartaron sus viejas rencillas para reunir el mayor ejército cristiano que pelearía en la guerra de ultramar contra los musulmanes, encabezados por Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, más conocido en Occidente como Saladino, quien había derrotado a los cristianos comandados por Guy de Lusignan en la batalla de los Cuernos de Hattin en julio de 1187, conquistando posteriormente Jerusalén.
Tanto el rey Ricardo como el rey francés Felipe Augusto escenificaron su unión partiendo juntos de Vézelay, donde habían acudido en peregrinaje ante la reliquia de María Magdalena para dirigirse posteriormente a Marsella, desde donde embarcarían a Tierra Santa. Ambos reyes habían dejado sus posesiones en manos de personas de confianza durante su ausencia, en concreto Felipe Augusto a cargo de un Consejo de Regencia y el rey Ricardo a cargo del obispo de Ely, William Longchamp.
Problemas familiares en Messina. Sicilia, Septiembre 1190
Muy pronto, las rencillas entre los dos monarcas se impusieron y de hecho tomaron caminos separados en su travesía por el Mediterráneo, mientras que el rey francés llegaba sin contratiempos a Messina en Sicilia, el Rey Ricardo atravesó Italia con sus tropas mientras doscientas naves hacían el trayecto por mar.
En cuanto llegó a Sicilia se impuso el carácter impetuoso del rey Ricardo y algunas razones que nada tenían que ver con el objetivo de la cruzada y la cobertura de la bula Papal. La disputa comenzó porque la hermana del rey Ricardo, Juana Plantagenet, viuda del anterior monarca de Sicilia Guillermo II “el bueno” era prisionera del actual monarca Tancredo. Ricardo solicitó a Tancredo la libertad de su hermana, así como la dote y la herencia que le correspondía.
Ricardo no sabía cuál sería la posición del rey Felipe Augusto en este asunto, ya que ambos reyes estaban enfrentados pues Ricardo se negó a cumplir la promesa de casarse con Alicia la hermana del rey francés y éste lo tomó como una gran ofensa, pero por otra parte, en la medida en que habría un cuantioso botín la avaricia de ambos los terminó uniendo en la misma empresa.
Finalmente el rey Ricardo tomó por la fuerza algunas posesiones de Tancredo y la propia capital para negociar desde una posición favorable a sus intereses, sabiendo que Tancredo era considerado un usurpador por la mayoría de los reinos cristianos y las fuerzas inglesas superaban a las sicilianas.
Viendo que tenía las de perder en un enfrentamiento por la fuerza y que podía perderlo todo, el rey Tancredo accedió a entablar negociaciones y finalmente llegaron a un acuerdo del que no salía tan mal parado. En definitiva, pondría en libertad a Juana y le devolvería su dote y la herencia que le correspondía de su esposo fallecido, el rey Guillermo II de Sicilia. A cambio, los reyes de Inglaterra y de Francia reconocían su legitimidad sobre Sicilia y pactaban mediante un tratado la paz entre sus reinos.
A finales de marzo de 1191, una galera trajo a la madre del rey Ricardo, Leonor de Aquitania y a la infanta Berenguela de Navarra, con quien Leonor quería desposar a su hijo. Este acontecimiento terminó de empeorar las cosas, hasta el punto de que supuso la ruptura de relaciones entre ambos reyes, con la consecuencia de que Felipe Augusto, negándose a saludar a ambas mujeres, decidió abandonar la isla cuanto antes y embarcarse rumbo a Acre.
Conquista de Chipre. Abril 1191
El rey Ricardo había adelantado una flotilla de naves en la que viajaban su hermana Juana y su prometida Berenguela de Navarra con tan mala fortuna que debido a una tempestad tuvieron que recalar en Limassol en la Isla de Chipre.
Por desgracia, Chipre era en esos momentos terreno hostil; aunque formalmente pertenecía al imperio de Bizancio, las tensiones entre los greco bizantinos y los latinos habían ido en aumento, hasta el punto de ser considerados como enemigos. Y lo peor era que el entonces gobernante de la isla, Isaac Comneno —sobrino nieto del anterior emperador Manuel I de Bizancio— de forma artera, engañando y falsificando títulos imperiales que le nombraban gobernador, se hizo con el control del ejército y terminó autoproclamándose emperador de Chipre, gobernando de forma despótica con ayuda de algunos desalmados, recurriendo a la violencia y al terror contra la población, especialmente contra los latinos que eran minoría entre sus habitantes.
Los chipriotas no solo capturaron a los soldados supervivientes del naufragio, también saquearon los buques donde iban parte de los fondos de la cruzada, aunque respetaron la nave donde iban la prometida y la hermana del rey Ricardo.
La reacción de Ricardo no se hizo esperar e involucró a los caballeros templarios y hospitalarios en la toma de la ciudad de Limassol y con ayuda de Guy de Lusignan —vasallo de rey por sus posesiones en Francia— que había venido desde Acre para ayudar a Ricardo conquistaron Famagusta y el resto de la isla. Lo cierto es que para sorpresa de los chipriotas que habían apoyado a los cruzados para derrocar al usurpador, el rey Ricardo decidió confiscar los bienes y riquezas de todos sin distinción como botín de guerra, volviendo a esquilmar de nuevo un país para sufragar los gastos de la cruzada.
Perseguido por las tropas inglesas, Isaac se refugió en sagrado en el monasterio de Apostolos Andreas en la península de Karpass , la zona más al este de la isla. Si bien su situación era desesperada, ya que estaba recluido y sin tropas que lo defendieran, Isaac pidió parlamentar y puso algunas condiciones, entre ellas, que no le cargasen de cadenas de hierro. El rey Ricardo en el fondo no quería tomar por la fuerza un lugar sagrado, así que harto del personaje aceptó las condiciones en tales términos que Isaac no pudo dudar de su palabra. Sin embargo, el rey había actuado con astucia y una fina ironía, ya que cuando los soldados prendieron al depuesto emperador de Chipre lo cargaron con cadenas de plata que Ricardo había mandado fabricar, cumpliendo así su palabra.
Mapa de Chipre y Palestina durante la III cruzada
Sin embargo, los planes de Ricardo para la isla eran mucho más ambiciosos, anunció que celebraría su propia boda en la isla con abundantes festejos y que restituiría la mayor parte de los privilegios que Isaac Comneno había derogado. La realidad era que Ricardo había decidido anexionar Chipre a sus dominios separando la isla del Imperio Bizantino y aprovecharía la celebración de la boda para autoproclamarse rey de Chipre y proclamar a Berenguela reina consorte de Inglaterra. La boda se celebró el doce de mayo de 1191 en la Iglesia de San Jorge, oficiando la ceremonia Jean el obispo de Evreux y actuando como testigos Garnier de Nablús maestro del Hospital de Jerusalén, Andrés de Chauveny, Godofredo de Perche y Roberto de Sablé consejero del Rey y freire templario.
El cinco de junio de 1191 la flota inglesa abandonó el puerto de Famagusta para recorrer el corto viaje que quedaba hasta la asediada ciudad de Acre.
El asedio de San Juan de Acre y la matanza de prisioneros musulmanes
Cuando las tropas del rey Ricardo llegaron a San Juan de Acre la opinión generalizada era que la plaza caería pronto tras dos largos años de asedio. Sin embargo, las rivalidades y envidias entre el rey francés y el inglés pronto dieron al traste con la unidad de acción y cada uno hacía la guerra por su cuenta a su mayor gloria personal.
Una de la primeras cosas que hizo el rey Ricardo fue maniobrar para que nombrasen nuevo Gran Maestre de la orden del Temple a su vasallo Robert de Sablé, y éste le devolvió el favor tiempo después, convenciendo a los Templarios para que comprasen la isla de Chipre a Ricardo por cien mil besantes de oro para convertirla en su base de operaciones. Sin duda, un negocio redondo para el rey que volvió a engrosar sus arcas, cuanto menos con una ética cuestionable, incluso para su tiempo.
La situación todavía fue a peor entre ambos monarcas, ya que Guy de Lusignan era el rey consorte de Jerusalén por su matrimonio con la reina Sibila y al morir ésta la mayoría de sus súbditos ya no le consideran su soberano, además de hacerle responsable de la derrota de Hattin y la pérdida de Jerusalén. El rey Felipe Augusto apoyaba a otro candidato al trono: Conrado el Marqués de Monferrato, a quien muchos consideran un héroe porque derrotó a Saladino e impidió que tomara la ciudad de Tiro. Así las cosas, el rey francés y el inglés volvieron a estar enfrentados y se negaban a establecer una estrategia conjunta para satisfacción de los sarracenos.
Finalmente, tras duras negociaciones con Saladino el 12 de julio de 1191 la ciudad de Acre capituló, comprometiéndose los musulmanes a liberar doscientos cincuenta nobles cristianos que permanecían cautivos, a pagar doscientas mil monedas de oro por los rehenes, que quedarían como garantía del pago y lo más importante para la cristiandad, la devolución de la Vera Cruz que los sarracenos habían arrebatado en la toma de Jerusalén.
Cuando las tropas entraron en la ciudad, el duque Leopoldo de Austria izó la enseña de su ducado y la del Sacro Imperio Romano Germánico en una de las torres de la muralla, ya que había participado activamente en el asedio. El rey Ricardo tenía una mala relación previa con el duque, ya que éste le reprochaba la conquista de Chipre, puesto que Leopoldo era bizantino por parte de madre.
Leopoldo había considerado que como vasallo del emperador del Sacro Imperio era el más alto representante del mismo que quedaba en Tierra Santa y se estaba menospreciando la parte del emperador (que había fallecido en su viaje a Palestina) en la toma de Acre. Por el contrario, Ricardo lo consideró un insulto, ya que el duque quería ponerse en igualdad de condiciones con los reyes. Por si esto fuera poco, Leopoldo era primo del emperador y del marqués Conrado de Monferrato, candidato al trono de Jerusalén por su matrimonio con la hermana de Sibila, en oposición a Guy de Lusignan vasallo de Ricardo, lo que lo convertía prácticamente en su enemigo. Claramente enfadado, el rey Ricardo envió a sus soldados para que retirasen los estandartes de malos modos arrojándolos por las almenas. Cuando Leopoldo fue a pedir explicaciones al rey inglés por el trato vejatorio recibido, Ricardo reaccionó impulsivamente humillándolo en público, lo que trajo como consecuencia que el duque de Austria abandonase definitivamente Tierra Santa llevándose con él las últimas tropas que quedaban del sacro Imperio Romano Germánico. El rey Ricardo lamentaría en un futuro no muy lejano haberse creado tal enemigo.
Por su parte el rey francés cansado de los enfrentamientos con Ricardo decidió volver a su país, aunque la mayoría de las tropas francesas continuarían la cruzada en tierras palestinas al mando del duque de Borgoña, quedando asegurado su sustento con las cien mil monedas de oro que le correspondían del rescate que debía pagar Saladino
Matanza de prisioneros musulmanes. Dominio Público
Ricardo, harto de esperar el pago de Saladino por los 2.700 rehenes musulmanes, había tomado una decisión. Los rehenes eran una carga para sus planes, ya que no podía alimentarlos indefinidamente, ni llevarlos con el ejército. Ricardo ordenó decapitar a todos los rehenes ante los ojos de Saladino como respuesta a su desafío, con la repulsa generalizada de sus aliados por la carnicería que consideraban innecesaria. El rey los acalló asegurando al duque de Borgoña que pagaría de su bolsillo la manutención de los soldados franceses que ya no recibirían las cien mil monedas de oro que les correspondían por el rescate.
Lo cierto es que en este asunto, aparte de las consideraciones éticas del cruel e innecesario asesinato a sangre fría de los musulmanes, el rey Ricardo de forma astuta conseguía hacerse con el mando único del ejército cruzado al pagar de su bolsillo a los soldados franceses—ya se sabe que el que paga manda— y podía por fin marchar hacia el sur con un ejército unificado a tomar las plazas costeras de Palestina. No solo se hacía con el control de todo el ejército, también debilitaba la posición de Conrado de Montferrato, que ahora tendría más difícil el auxilio de esas tropas francesas que en principio estaban de su lado.
En los siguientes tres días dos mil trescientos cristianos cautivos en los dominios del sultán Ayubí fueron decapitados. La otra consecuencia fue que la Vera Cruz, que fue arrebatada por Saladino cuando conquistó Jerusalén y que estaba incluida en el intercambio, jamás volvería a manos de la Cristiandad.
Asesinato del rey de Jerusalén Conrado de Monferrato
Tras una campaña victoriosa en la que se recuperaron las principales plazas costeras en Palestina, gracias sobre todo a la batalla de Arsuf, el rey Ricardo dudaba en marchar contra Jerusalén, ya que le habían llegado inquietantes noticias de la alianza de su hermano Juan con el rey francés para desposeerle del trono de Inglaterra. Los propios caballeros templarios le disuadieron de conquistar Jerusalén si luego se iba a llevar su ejército, ya que la ciudad sería reconquistada por Saladino en poco tiempo y abogaron por una negociación, que si bien no cumplía los objetivos de la cruzada—liberar Jerusalén— al menos resultase honroso para todos.
A instancia de los nobles franceses, el rey Ricardo convocó el 13 de abril una asamblea de barones para que se votase quien ostentaría la corona de Jerusalén: su candidato y vasallo Guy de Lusignan o Conrado de Montferrato, a quien Ricardo consideraba su enemigo, confiando en que su apoyo decantaría la balanza por su protegido. Sorprendentemente, casi nadie votó a Guy de Lusignan por la mala fama que tenía y el estigma de haber perdido Jerusalén, así es que Ricardo cansado de la situación decidió aceptar aparentemente la votación, firmar la paz con Saladino y regresar a Inglaterra cuanto antes.
A los pocos días de haber recibido en Tiro la noticia de su elección como rey de Jerusalén se produjo el trágico suceso. Conrado venía de visitar a su sobrino Felipe de Dreux, el obispo de Beauvois, uno de sus más acérrimos partidarios y el oficiante de su boda con Isabel de Jerusalén, cuando dos de sus sirvientes se acercaron y le apuñalaron fatalmente. Los escoltas no pudieron evitar el crimen, aunque si mataron a uno de los sicarios y capturaron al otro, al que después de interrogar identificaron como uno de los hashishim del “viejo de la montaña” que vivía en el castillo de Masyaf, la guarida de la secta en Siria.
Pronto surgieron los rumores interesados de que Saladino estaba detrás del asesinato, aunque nadie creyó esa versión puesto que era un hecho conocido que Saladino era enemigo declarado de los nizaríes, ya que pertenecían a facciones enfrentadas del Islam y en su día sitió el castillo de Masyaf por haber atentado dos veces contra su vida. Por otra parte, los hashishim eran mercenarios a sueldo y pronto se generalizó la sospecha de que había sido el propio rey Ricardo quien había encargado el asesinato, algo que el obispo de Beauvois dijo públicamente, ya que no le cabía ninguna duda.
Aunque todo parecía que iba a desembocar en una guerra entre cristianos, sorprendentemente la situación en Tiro se calmó cuando con el cuerpo aún caliente de Conrado, su viuda embarazada se casó el seis de mayo con Enrique de Champagne convirtiéndole en rey de Jerusalén con el consentimiento de su tío el rey Ricardo de Inglaterra.
Finalmente el dos de septiembre Ricardo y Saladino firmaron el acuerdo de Ramala por el que los cristianos conservaban lo conquistado hasta Jaffa y Jerusalén quedaba en manos musulmanas, aunque se permitiría la peregrinación de cristianos a la ciudad. Concluido el acuerdo, el rey Ricardo embarcó rumbo a Inglaterra sin saber que nunca volvería a pisar suelo inglés. Al volver a Inglaterra Ricardo fue hecho prisionero por su enemigo declarado, el duque Leopoldo de Austria, que lo acusó del asesinato de su primo Conrado y de nuevo Inglaterra tuvo que endeudarse para pagar el fortísimo rescate de su liberación.
Fiel a su carácter siguió guerreando hasta su muerte en Châlus en la región de Limousin en Francia debido a la infección producida por una flecha enemiga que le hirió en el hombro. De aquel guerrero formidable de su juventud tan solo quedaba un hombre obeso debido a sus excesos, que no supo o no quiso dejar descendencia y que murió en brazos de su madre Leonor de Aquitania.
Si en algo coinciden las diversas fuentes de la época, es que nadie podía decir si Ricardo era un valiente o un temerario, siempre más interesado en el reparto del botín y en aumentar su prestigio que en cumplir los objetivos de carácter religioso por los que se inició la cruzada. En cuanto a su espíritu caballeresco, quizás se lo deberían haber preguntado a los dos mil setecientos prisioneros musulmanes que ordenó matar porque Saladino se retrasó en el pago de su rescate, algo considerado indigno incluso en su época.
Bibliografia y webgrafía
Los templarios. Monjes y Guerreros. Piers Paul Read. Ediciones B, S.A., 2014, Barcelona.
Breve historia de las cruzadas. Juan Ignacio Cuesta. Ediciones Nowtilus S.L., 2009.
Las cruzadas: Una nueva historia de los guerreros por Tierra Santa. Thomas Asbridge. El ático de los libros. 2019. Barcelona
Historia de las cruzadas. Steven Runciman. Alianza Editorial. 2008
The life of Saladin. Behâ ed-Din. Palestine Pilgrims Text Society. www.archive.org
Chronicles and Memorial of the Reign of Richard I. William sStubbs. Cambridge University Press
Ricardo Corazón de León ¿rey valiente o soberano cruel y ambicioso? https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ricardo-corazon-leon-rey-valiente-o-soberano-cruel-y-ambicioso_14681/1
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