Autor invitado: José María Blasco
La producción de libros manuscritos, en la época medieval, alcanzó un gran desarrollo debido al trabajo de los monjes copistas que trabajaban en el scriptorium de los conventos. En la Alta Edad Media los monasterios y Abadías fueron, en toda Europa, importantes centros de conservación y reproducción de la literatura religiosa. Las bibliotecas de los monasterios, sobre todo las de los benedictinos, adquirieron un papel decisivo en la transición entre la Antigüedad y la Edad Media. Desde finales del siglo V la confección de los libros se llevó a cabo en los propios monasterios o en las escuelas catedralicias cuyas escribanías tenían al frente religiosos y monjes pero, también monjas; allí se copiaban las obras necesarias para el estudio y la enseñanza.
A partir del siglo VI el negocio de escribir se fue concentrando en ordenes monásticas religiosas especialmente, la orden benedictina, cuyos escribas se mostraron expertos en absorber y adaptar aspectos de la cultura pagana copiando tanto textos paganos como cristianos; para ello utilizaban, en lugar del rollo de papiro, el pergamino, un producto hecho de pieles de animales muy adecuado para poder escribir sobre él, más duradero y resistente en los climas húmedos. Este cambio tuvo grandes consecuencias para la confección de libros ya que permitía doblar las hojas y agruparlas en cuadernos. Este formato facilitó la ornamentación de los textos al comienzo de cada página con ilustraciones, dibujos y la iluminación de los manuscritos, en un principio, con una variedad de colores limitada y en siglos posteriores a todo color, lo que constituiría un rasgo habitual en la producción de biblias, salterios y misales con las lecturas evangélicas o con el relato ilustrado de vidas de santos.
Los materiales más utilizados, como soporte de la escritura, eran las pieles de terneros, cabras u ovejas. Las de mejor calidad eran las procedentes de animales más jóvenes, como la vitela, que se obtenía principalmente de la piel de un cordero no nato; esta piel era muy apreciada como soporte de los manuscritos iluminados si bien, su utilización, se remonta a la Antigüedad. A partir del siglo XIII se empezó a utilizar un tipo de papel de láminas muy finas hecho con fibras de hilo que se obtenía a partir de tejidos de cáñamo y de lino con los que se obtenía la pulpa para su posterior elaboración.
Un manuscrito “iluminado” es aquel que contiene oro, plata o estaño y brilla a la luz, es decir, que recibe la luz de los colores vivos y de los dorados aplicados por los miniaturistas, si el manuscrito está solo coloreado con colores a la acuarela o al temple, por mucha ornamentación que contenga, no es en sentido técnico “iluminado”.
La elaboración de un manuscrito constituía un complejo proceso productivo muy costoso no solo por el alto precio del material sino por las muchas horas de dedicación empleadas en su elaboración. Se requería una consumada maestría, era necesario utilizar herramientas muy pequeñas y un pulso muy firme pues los errores casi nunca podían ser corregidos, era un proceso laborioso que podía llegar a dañar la salud, además, debían intervenir diversas personas desde el propio abad, que ostentaba el cargo superior del monasterio, o bien, el director de un scriptorium monástico, el armarius («proveedor»), que proveía a los escribas de sus materiales y supervisaba el proceso de copia o un monje de mayor edad al que correspondía la organización del trabajo, la elección de la obra que había que copiar, determinar el aspecto, el tipo de decoración a aplicar así como la subdivisión del trabajo entre los diversos copistas y, dependiendo del tipo o calidad del manuscrito debían intervenir, además, otros artesanos como los amanuenses, los decoradores, los iluminadores y, finalmente, también intervenían en el acabado del manuscrito, los orfebres. No podemos olvidar a los artesanos que elaboraban el pergamino, los fabricantes de la tinta, en definitiva, todos ellos eran personas expertas en aplicar las técnicas que se enseñaban con ejemplos prácticos del maestro al discípulo y que, actualmente, conocemos porque se nos explica con frecuencia en los manuales que conservamos de los artistas medievales sus recetarios escolásticos, formulas operativas y recomendaciones estilísticas.
En “el libro del arte” de Cennino Cennini, de finales del siglo XIV, considerado como el último recetario antiguo, se recogen los conocimientos y métodos característicos de un taller florentino del siglo XIV. El libro expone una serie de reglas y recomendaciones extraídas de los conocimientos guardados en los talleres artesanos medievales donde se descubren recetas bien ordenadas y explicadas que dan lugar a un manual concebido para enseñar bien los oficios. Entre otras numerosas técnicas, Cennini explica la técnica de la aplicación del oro , es decir, su adhesión a las hojas de pergamino, bien con panes de oro, u oro en polvo o este mineral mezclado con goma arábiga conocido como oro mate u oro líquido que resultaba más almibarado o exagerado y caro que los otros; se explica como los pigmentos eran extraídos de diversos minerales pulverizados a los que se les agregaban agua y goma arábica para su dilución y así poder ser aplicados sobre las finas hojas de pergamino. En cuanto a los colores, nos muestra una gama muy amplia, siendo el color azul, después del rojo, el más utilizado en la edad media. Otros pigmentos eran el verde, el amarillo, el blanco que utilizaban como aglutinantes la yema de huevo o tempera u otras colas que se hacían bien con pescados o con las diferentes partes de animales las cuales se ponían a hervir para posteriormente moler, mezclar, suavizar y poder ser utilizados en la ornamentación de los manuscritos iluminados.
Los dibujos eran copiados, a menudo, de otros manuscritos, de láminas o álbumes de referencia, aunque el tema al que fueran destinadas fuera diferente. Estos dibujos utilizados, a manera de muestra, contenían iniciales de letras para su inclusión en los márgenes de los manuscritos ornamentados, cuadernos con figuraciones de hombres salvajes, animales, dibujos de ciervos, leones, unicornios o garzas, dibujos de flores, o por ejemplo venados rascándose una oreja que, igualmente, se repiten en diferentes manuscritos del norte de Europa .
Elefante y su domador Miniatura de Matthew Paris, Versel 1255; Leon de Villard de Honnecourt, Hacia 1230
Uno de los libros europeos más antiguos que existe, ilustrado en latín, se realiza en Italia hacia el año 600, se trata del “Evangelario de San Agustín” ; contenía, antes del texto, para cada uno de los cuatro evangelios los retratos de los evangelistas y, al menos, otras tres páginas de escenas narrativas de la pasión de Cristo, una después de cada página del retrato; las figuras de las diferentes escenas, de acuerdo con la época en que fueron elaborados, nos muestran una forma lineal, en un estilo que aplana las figuras que se encuentran dibujadas y han sido posteriormente coloreadas. Los textos de los manuscritos solían iniciarse con la primera letra más grande y coloreada. Podemos ver en los primeros manuscritos irlandeses del siglo VII como aparecen los textos con grandes iniciales y con líneas entrelazadas con figuras sencillas de animales. Durante los ocho siglos siguientes todos los manuscritos solían empezar el texto con una gran inicial en la primera página. Se aprecia claramente en la letra B inicial con la que comienza el primer salmo del Salterio de San Luis IX rey de Francia (1226-1270) .
Hasta los siglos XI o XII eran los monjes de las comunidades religiosas los que se dedicaban a producir manuscritos. A partir del siglo XIII, bajo la jurisdicción de la iglesia, emerge la Universidad reemplazando al monasterio como principal centro de aprendizaje medieval. La situación cambia debido a que la producción artística se traslada del ámbito monástico al del artesano profesional urbano. Se fue haciendo más común la especialización. Estudiantes de toda Europa acuden a Paris, muchos de sus profesores pertenecían a las nuevas órdenes mendicantes de los franciscanos y los dominicos. El pintor de corte y los artistas alcanzaron en este momento una posición social más elevada.
No solo eran hombres los artesanos y artistas, las mujeres bajomedievales trabajaron en casi todos los campos y sectores desempeñando también un papel clave aunque poco conocido en la ilustración de manuscritos. Siglo tras siglo se documentan en los monasterios femeninos de toda Europa mujeres miniando. Cualquier monja podía tener en su celda un salterio o un libro de horas cuyas imágenes repetían los mismos temas que encontramos en las tablas privadas o en los retablos públicos. Sabemos de las miniaturistas y calígrafas que trabajaron en entornos universitarios, cabe citar a la artista llamada Ende, es posible que fuera monja, que realizó las ilustraciones del manuscrito iluminado conocido como “El Beato de Gerona”, uno de los libros manuscritos más valiosos que se conservan del siglo X que firmó sus obras nombrándose a sí misma «pintora y ayudante de Dios».
Además de libros de temática religiosa existían otros géneros de manuscritos iluminados que alcanzaron gran popularidad durante la Edad Media en toda Europa siendo muy apreciados por los buscadores de maravillas del medievo. Se trata de un tipo de manuscrito conocido como “el bestiario” que floreció en la Inglaterra de los siglos XII y XIII, debía ser utilizado a modo de guía para el ser humano durante la Edad Media para conocer los peligros a que podría enfrentarse en sus viajes dado el desconocimiento de las criaturas que pudieran acechar en los siempre peligrosos bosques. Su principal objetivo era explorar la interpretación del mundo natural. El bestiario es una enciclopedia moralizada de los animales e incluye, tanto criaturas reales como elefantes, lobos, águilas o leopardos, o bien, bestias fantásticas o mitológicas como los unicornios, el centauro, las sirenas, los sátiros y los dragones. En cierto sentido el bestiario puede ser visto como un anticipo de lo que llegaría a ser, con los siglos, los libros de historia natural.
Muchos de los monstruos del bestiario son herencia de las culturas antiguas reinventadas a partir del pensamiento y la fe cristiana. Una de las fuentes más importantes del pensamiento medieval acerca de los monstruos era, inevitablemente, la Biblia: la serpiente que induce a Adán y a Eva a probar el fruto prohibido, bestias de varias cabezas, plagas de insectos, ranas y demonios con poderes sobrenaturales quedaban representados junto al texto del Apocalipsis de San Juan. Las langostas son enviadas a torturar a los pecadores y a los infieles. Las ranas que surgen de las fauces de un dragón, una bestia de siete cabezas, falsos profetas como símbolos evocadores del poder corruptor del Diablo. Las letras capitales solían incluir motivos vegetales que unas veces terminan en dragones y otras en caras humanas. Esta visión de la naturaleza resultaba atractiva en las cortes reales y aristocráticas, e incluso, más en las pujantes ciudades donde se desarrolló, por primera vez, la actitud moderna hacia la naturaleza como algo de lo que nos hemos alejado. El jardín privado era un lujo de la aristocracia, como los jardines artificiales que contenían los tapices, las miniaturas y las joyas.
Con el nacimiento de las universidades, a finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, en ciudades como Paris, Bolonia, Oxford, Nápoles, se produce una gran demanda de libros, por lo que aparecen talleres laicos que producen, venden o alquilan libros relativamente baratos. Se crean talleres que proporcionan, a través de las librerías, estos ejemplares a los estudiantes. La intensificación del uso del libro por los universitarios tiene una serie de consecuencias, cambia el formato, se hace más pequeño, más manejable, disminuye la ornamentación, las letras floridas y las miniaturas se hacen en serie. Los estatutos de las universidades regulan la producción de los libros, fijan el precio de las obras. Lógicamente son manuscritos más modestos que se compran en grupos por varios estudiantes.
A partir del siglo XIV nuevos tipos de libros invaden Europa. Se trata de ejemplares de lujo miniados destinados a la nobleza o a los comerciantes acaudalados deseosos de disponer de biblias y salterios bellamente iluminados de un solo volumen, sobre todo, los libros de horas con sus oraciones y salmos utilizados por los laicos como guía para los diferentes momentos del día. Se produce, a nivel social, un cambio en la actitud hacia el propio manuscrito como símbolo de cultura, su posesión no solo trata de mostrar los valores intelectuales, estéticos y económicos de la aristocracia, sino que dota a su propietario de prestigio, de un estatus social superior. Los manuscritos empiezan a ser considerados no sólo como un medio para obtener edificación espiritual sino que se consideran auténticas obras de arte. Comienzan a publicarse obras literarias vernáculas, traducciones comisionadas por la realeza y la aristocracia; la temática ya no era solo religiosa.
Codex Manesse, recopila 140 poemas de amor cortes con suntuosas iluminaciones 1300-1340
Los libros de horas se leían a horas precisas de acuerdo con el calendario y los eventos religiosos, por ello, ganaron cada vez más complejidad; fueron muy populares entre la nobleza en la Edad Media. Estos libros eran, por lo general, manuscritos iluminados que se encargaban especialmente a los artistas para que realizaran las ilustraciones que complementaran la lectura de los salmos y las oraciones que se debían rezar por sus propietarios en los 7 momentos del día: Maitines: antes del amanecer; Laudes: al amanecer; Prima: primera hora después del amanecer; Tercia 9:00 ; Sexta 12:00 ; Nona 15:00 ; Vísperas 18:00; Completas 21:00.
Por último, cabe citar el libro de horas, quizás, más famoso del siglo XV conocido como “Las muy ricas horas del duque de Berry”; fue encargado por Juan I duque de Berry, hermano del Rey Carlos V de Francia, a los hermanos Limbourg: Herman, Paul, y Johan, unos frailes que marcan la época de máximo esplendor del arte de la miniatura. Los hermanos Limbourg trabajaban para el duque desde 1404 realizando diversos manuscritos iluminados, esta obra les fue encargada alrededor de 1410. Su elaboración llevó varios años, el libro nunca fue concluido ya que todos murieron de la peste en 1416. Por la época en que fue realizado y por las características iconográficas que presentan sus ilustraciones se puede afirmar que, como obra de arte, pertenece al estilo gótico internacional; un arte fundamentalmente cortesano y aristocrático que penetró en las cortes europeas. Se caracteriza por un dibujo muy fino y el uso de la línea curva; las figuras son estilizadas, los paisajes ornamentados constituyen un elemento fundamental del cuadro por lo que se trata de un estilo con una técnica minuciosa y detallista. En el libro, aparte de los dibujos con temas bíblicos, sobresalen las hojas correspondientes al calendario, en los cuales se representan los distintos meses del año con las constelaciones dominantes para cada mes sobre un cielo estrellado de un azul lapislázuli intenso. Estas ilustraciones nos permiten conocer la vida cotidiana tanto del campo como en la corte, con representaciones de los distintos meses del año y las labores que se realizaban en cada uno de ellos, sobre todo las labores agrícolas. Las miniaturas constituyen un importante documento sobre las actividades, grupos sociales, vestimentas, costumbres y gustos de la época.
Libro del Duque de Berry
En esta ilustración que es la del mes de mayo, se puede ver en la parte superior la media esfera del cénit con las constelaciones de Tauro y Géminis y su posición en el cuadrante. Debajo de este cielo se ve un fastuoso castillo de arquitectura gótica con altas torres y agujas. En el centro la escena está presidida por un personaje que porta la capa real y un cortejo principesco que se dirige de derecha a izquierda, cuyos integrantes van montados en caballos.
Imagen de portada
Biblia moralizada 1230 Biblioteca J.P. Morgan: Fuente Wikipedia
Bibliografía
Georges Duby. La época de las catedrales
Michael Camille. Arte Gótico. Visiones gloriosas.
Cenino Cennini, El libro del arte
(International Center of Medieval Art, The Cloisters, Metropolitan Museum of Art, New York)
www.getty.edu/research/tools/bha/index.html
(Web Gallery of Art, )