La creencia en el bien y el mal absoluto no es tan antigua como creemos si partimos de los primeros seres humanos con capacidad de pensamiento mágico y trascendencia en el más allá, que atribuían a determinados entes sobrenaturales una cierta regulación de sus vidas, unas veces favoreciéndoles y otras veces castigándoles, generalmente con enfermedades. Si tenemos en cuenta estimaciones amplias de entre 500.000 y 200.000 años, esto no solo tendría en cuenta al Homo sapiens, también incluiría a los Neandertales cuyo ADN compartimos. Estos entes sobrenaturales no eran ni buenos ni malos, simplemente castigaban o recompensaban comportamientos, ya fuese de forma individual o colectiva que la tribu consideraba reprobables o beneficiosos respectivamente.
Con el tiempo, estas entidades sobrenaturales empezaron a diversificarse y adquirir características especializadas en un carácter protector o en un carácter maligno o simplemente del inframundo, conformando el germen del bien y el mal absolutos en igualdad de condiciones y enfrentados entre sí.
Con el nacimiento de las civilizaciones y una socialización de la población a mayor escala, surgen las primeras religiones regladas, controladas por minorías que ejercen la intermediación con los dioses. La cuna de estas civilizaciones se sitúa en el ámbito de los ríos Tigris y Éufrates, entre las que cabe destacar sucesivamente Sumeria, Acadia y Asiria con multitud de dioses y creencias que fueron el origen de las religiones de Oriente Medio (incluidas las monoteístas), con relatos comunes como el diluvio universal y la creación del hombre.
Dualismo y Monoteísmo
El dualismo religioso (antagonismo entre el bien y el mal en igualdad de condiciones) aparece en Persia, pero también se da en China y en Egipto. En la religión Persa, el bien (la luz y el espíritu) está representado por Ormuz o Ahura Mazda, y el mal (la materia y las tinieblas) por Ahrimán.
Con las religiones monoteístas como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, llamadas también religiones del Libro o Abrahámicas, el Bien se configura como un principio creador por encima del Mal. El Dios único o Dios-padre es el creador de todo, incluido el Mal, lo que lleva a una paradoja que ha pervivido hasta nuestros días. Si Dios ha creado el mal ¿podemos creer que sea infinitamente bondadoso? Entre los exponentes de la teodicea o filosofía argumentativa de la existencia de Dios y su omnibenevolencia encontramos a Leibniz con su Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal , aunque anteriormente San Agustin de Hipona y Santo Tomas de Aquino ya habían tratado este tema, que se denomina genéricamente problema del mal.
Apocalipsis de San Juan. Codex 31. Anverso del folio 38: Caída del dragón y sus ángeles. Biblioteca de Trier
Aunque los demonios ya existían con anterioridad en otras religiones politeístas e incluso en el judaísmo primigenio (véase el caso de Lilit ), una de las soluciones a este problema pasó por atribuir el mal a entes inferiores a Dios, creados por él originalmente y que tomaron la Tierra como campo de batalla entre el Bien y el Mal, ya que con el libre albedrío, el Mal sería una elección humana. Dios, sería un árbitro con un plan Maestro Universal donde en el fin de los tiempos el Bien triunfaría finalmente.
De aquí viene el concepto de ángel caído, es decir aquellos ángeles que siguieron a Lucifer o Lucero (portador de luz), en la batalla celestial contra los ángeles comandados por el arcángel Miguel. El último libro del Nuevo Testamento de la Biblia, el Apocalipsis de San Juan (del griego apokálypsis que significa revelación) nos narra el triunfo del arcángel Miguel contra el dragón de siete cabezas (Ap 12, 7-9) y por otro, el encadenamiento del Diablo por mil años (Ap 20, 1-3).
La ilustración que figura más arriba, quizás sea la representación cristiana más antigua que se conoce de los demonios. Se representa la lucha del arcángel Miguel contra los ángeles rebeldes y el Diablo tiene forma de un dragón con siete cabezas. Es curioso, que apenas hay distinción entre ángeles vencedores y ángeles caídos, salvo la falta del aura (también llamado halo o nimbo) en estos últimos y el rollo de pergamino que llevan en la mano los seguidores celestiales.
Serafines, querubines, ángeles y arcángeles
Ni el Tanaj hebreo ni el Génesis cristiano mencionan la creación de los ángeles y tan solo se alude inicialmente a la existencia de querubines (Génesis 3-24) como guardianes del jardín del Edén. La palabra latina cherubim es transcripción del plural hebreo kerub / kerubim. Esta palabra hebrea deriva de la asiria-babilonia karabu o kirubi (toros alados) y ésta de la acadia kuribu. Por otra parte, el término ángel procede del griego αγγελοs, que significa mensajero.
Posteriormente, en la Biblia hebrea se habla de la existencia de los ángeles del Señor, fundamentalmente actuando como mensajeros divinos o realizando determinadas tareas ante Abraham, Moisés o Jacob. En el nuevo Testamento y sobre todo en las epístolas de San Pablo, se da un paso más y se les otorga nombre propio a determinados arcángeles (Isaías 6, 2-3; Ezequiel 1, 14-24; 10, 4-22; Colosenses 1, 16; Efesios 1,21).
Mosaico con figura de ángel. Santa Maria dell’Ammiraglio. Palermo. Fuente Wikipedia
La narrativa de una jerarquía de ángeles fue fruto de un proceso gradua,l que tiene su origen en la declaración de Jesucristo narrada en los Evangelios de la existencia de un “Reino de los cielos” en el que tendría cabida una corte celestial, donde Jesucristo se sentaría “a la derecha del Padre”. Esta idea ,tuvo un buen caldo de cultivo en una Iglesia jerarquizada inmersa en una sociedad feudal, que además contaba con el soporte del Apocalipsis de San Juan y su idea de ejércitos del bien luchando contra ejércitos del mal.
A comienzos del siglo VI en su obra De coelesti hierarchia el obispo y teólogo Pseudo Dionisio el Areopagita, nos habla, sobre la jerarquía celeste y sus funciones en el Reino de Dios. Recoge algunas denominaciones de san Pablo y divide a los ángeles en nueve órdenes y tres triadas: la primera, está compuesta de serafines, querubines y tronos; la segunda, de virtudes, dominaciones y potestades; la tercera, de principados, arcángeles y ángeles).
Las primeras representaciones angélicas tienen como referente otros mensajeros alados de la antigüedad, fundamentalmente grecolatina, como Hermes/Mercurio, Eros/Cupido o Niké/Victoria alada y en consecuencia los ángeles son representados como hombres alados sin barba y radiantes de luz, en los que solo cambiará la indumentaria según su función, predominando una vestimenta militar en los arcángeles.
En el Renacimiento hay un cambio sustancial y hay más representaciones de ángeles en solitario (ilustrando pasajes del Nuevo Testamento como la Anunciación etc). Presentan un aspecto menos varonil, más asexuado, lo que se percibe claramente en obras de Botticelli o Leonardo da Vinci, en las que es difícil saber si el ángel del cuadro encarna un hombre o una mujer.
Esta tendencia de género indefinido da un paso atrás en el Barroco y los ángeles vuelven a ser retratados con aspecto varonil, debido en parte a la misoginia de la Inquisición que fiscalizaba la producción pictórica del arte sacro y en parte por los versículos bíblicos que citan a los ángeles como varones (Génesis 18, 2 y Génesis 32, 25)
Massimo Stanzione. Los siete Árcangeles. Monasterio de las-Descalzas Reales. Madrid. Patrimonio Nacional
Aunque se ha universalizado el número de arcángeles en siete, lo cierto es que no abundan los cuadros que integren a todos. Esto es así, porque la Iglesia Católica considera apócrifo el Libro de Enoc, donde se habla de Uriel, que sin embargo es aceptado por la Iglesia Ortodoxa . En el año 746 el Concilio de Letrán limitó el culto a los arcángeles a los tres primeros: Miguel (Ap. 12), Gabriel (Lucas 1) y Rafael (libro de Tobías). El resto de arcángeles corresponden a la Iglesia Ortodoxa y son: Sealtiel (libro apócrifo segundo de Esdras), Baraquiel (tercer libro de Enoc) y Jehudiel
El Diablo y los demonios
Por lo que hemos visto, el Diablo sería ese ángel llamado Lucifer (Mt. 25,4; Ap. 12, 7) que cae derrotado con forma de dragón ante al arcángel Miguel, aunque nada sabemos cómo llega a adquirir la apariencia draconiana en el relato del último Evangelio. Satán es la otra forma en la que es denominado en el Apocalipsis, que en realidad significa adversario o acusador, palabra que ya es utilizada en los textos hebreos con anterioridad en otros ámbitos. La palabra Diablo, en realidad, sería introducida por traductores griegos del Antiguo Testamento en el siglo III, que sustituyeron el hebreo Satan por el griego Diabolos (Διάβολος), que significa también acusador o calumniador. El resto de sus compañeros caídos (cientos o miles) acabarán como demonios con carácter general o con nombres propios asociados a figuras del mal de otras religiones.
Conviene aclarar que en la Biblia Hebrea, si bien se mencionan determinados tipos de demonios, nada tienen que ver con los “ángeles caídos” del Nuevo Testamento y por tanto esta caracterización es exclusivamente Cristiana.
La representación del Diablo y los demonios en el arte religioso hasta el siglo IX se basa en una apariencia humana y a partir de ese momento, de forma progresiva, se entremezcla su figura con características animales que le dotan de una apariencia monstruosa. A partir del siglo XI, con el Románico, estas características se acentúan de tal manera que lo grotesco y la fealdad se asocian con el Mal, con postulados de carácter Platónico en los que la fealdad es la antítesis de la belleza y la bondad.
A la IZQUIERDA estatua de Lucifer en la catedral de Saint-Paul en Lieja (Bélgica). A la DERECHA El ángel caído de Ricardo Bellver en el Parque del Retiro (Madrid)
Lo cierto, es que en este periodo no se consolida una única apariencia del Diablo y hay una gran heterogeneidad en su representación artística, aunque ya empieza a tener características comunes como la desnudez, las alas, que si bien no ha perdido, se transforman de emplumadas a membranosas como en los murciélagos. Otras características animalescas como los cuernos, el rabo o las pezuñas tienen influencias notables de las representaciones grecolatinas de faunos y fundamentalmente del dios Pan (su apariencia dio origen al concepto de terror pánico, un miedo que paraliza a quien lo siente).
Con el tiempo la imagen del Diablo adquirió una mayor homogeneidad en su aspecto, asumiendo el color rojo en su figura que ha prevalecido hasta nuestros días en el imaginario colectivo y que hasta entonces estaba reservado para los ángeles de mayor jerarquía, los serafines.
En 1667, John Milton publica el poema narrativo “El paraíso perdido”, en el que aborda la caída de Adán y Eva y el “problema del mal” que hemos comentado anteriormente, estableciendo una visión distinta del Diablo que influirá en el Romanticismo, en el que el Príncipe de los demonios retoma su aspecto humano y adquiere características más refinadas. Tal como han señalado numerosos autores, este poema narrativo influirá en el arte en obras como el Ángel Caído de Ricardo Bellver la escultura del Retiro y en el cuadro el Ángel Caído del pintor francés Alexandre Cabanel (se adjuntan ambas imágenes como ilustraciones del artículo).
El ángel caído. Alexandre Cabanel. Fuente Wikipedia
Como ya hemos dicho anteriormente, algunas de las denominaciones del Diablo o de los demonios proceden de la sincretización con figuras asociadas al mal de la tradición hebrea o de otras religiones. Hagamos un breve repaso:
Asmodeo o Asmodai (Tob. 3,8): También aparece en el Talmud como el demonio que mataba a los maridos de Sara en la noche de bodas, antes de que el matrimonio se consumase. En la Edad Media se le asociaba con la lujuria.
Moloch (Levítico 18:21 y 20:2-5; 1Reyes 11:6-7 y 11:33; Amós ; Hechos 7:43): Es el nombre dado por la Biblia a una supuesta divinidad cananea. A este demonio o dios se le sacrificaban niños al echarlos al fuego en una estatua de bronce.
Azazel (Le 16:8, 10, 26.): Su origen es hebreo y significa “chivo expiatorio” designando al nombre del macho cabrío que era enviado al desierto en el Día de la Expiación, cargando los pecados de los israelitas.
Behemot (Job 40:10-19): Este personaje aparece en la Biblia junto a Leviatán, otro famoso monstruo. Durante la Edad Media, se le consideraba uno de los demonios.
Belcebú o Baalzebub : Es la forma hebrea de un epíteto del dios cananeo Baal . En la Biblia es “el señor de las moscas” en una traducción que podría ser errónea y significaría una burla a los adoradores de este dios, cuyos sacrificios infestaban los templos de moscas. En la tradición cristiana sería una de las formas de referirse al Diablo, el príncipe de los demonios.
Mefistófeles: Su figura procede del folclore alemán y es uno de los demonios encargado de captar almas para el infierno. Ampliamente utilizado en el Romanticismo, su nombre se universaliza con Fausto, la tragedia del escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe publicada en dos partes, en 1808 y 1832. Posteriormente, se realizarían varias óperas y sinfonías basadas en el texto de Goethe. En la pintura se le ha representado con forma humana y ropas refinadas, siendo capaz de atraer a sus víctimas mediante argumentos racionales.
Bibliografia y webgrafía
Biblia Reina Valera Revisada Contemporánea. Editorial : VIDA PUBL
Jeffrey Burton Russell. Lucifer: El diablo en la Edad Media. 1995. Laertes editorial, S.L
Mª. Dolores Barral Rivadulla. Ángeles y demonios, sus iconografías en el arte medieval https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1112998
Satanás. Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Satan%C3%A1s
Enlaces de las imágenes
Imagen de portada : Canción de los ángeles. William-Adolphe Bouguereau (1825-1905) https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:William-Adolphe_Bouguereau_(1825-1905)_-_Song_of_the_Angels_(1881).jpg
Ilustrativo e interesante. Gracias!