En el imaginario colectivo, la frase memento mori (recuerda que eres mortal) está indisolublemente unida a la figura de un esclavo susurrando estas palabras al general triunfante, ambos subidos en una cuadriga, mientras sujeta sobre su cabeza una corona de laurel en el desfile de la victoria por las calles de Roma. Es bastante probable que estas palabras nunca fuesen pronunciadas y han quedado para la historia como un resumen conceptual de frases similares que algunos autores clásicos nos han transmitido, tales como Respice post te! Hominem te esse memento! (¡Mira tras de ti! Recuerda, que solo eres un hombre) y otras del tipo memor senior, totus palma est volátilis o memento totalitas gloriae fluxa (recuerda señor, toda gloria es efímera).
Aunque tenemos mucha información acerca de los desfiles triunfales romanos, sobre todo de autores como Tito Livio (la fuente principal), Flavio Josefo, Polibio , Cicerón, Plutarco, Suetonio, Apiano, Orosio y un largo etcétera, lo cierto es que la historiografía moderna se ha empeñado en componer un único puzle, partiendo de las piezas dispersas e incompletas de los numerosos puzles que han aportado dichos autores. Por si esto fuera poco, tampoco hay concordancia con las imágenes de desfiles triunfales que han llegado hasta nosotros en diversos arcos y monumentos, así como en las representaciones numismáticas. Todo esto nos deja una serie de incertidumbres, como la existencia del esclavo susurrante o si la corona era siempre de laurel, además de cuestionarnos si el itinerario permaneció más o menos fijo a lo largo de los siglos y otras muchas cuestiones de la ceremonia que hoy damos por ciertas.
Orígenes y significado
Como tantas cosas de Roma, los orígenes de estos desfiles se sitúan en la tradición etrusca, si bien es evidente que otros pueblos también celebraban sus victorias con desfiles triunfales. En lo que están de acuerdo la mayoría de autores, es en el alto contenido religioso del acto, al menos inicialmente, más allá del evidente aspecto militar y social.
Según nos cuenta Orosio, desde el desfile triunfal de Rómulo, el fundador de Roma en el año 752 a. C., hasta el desfile de Vespasiano del año 71 d.C. (representado en un óleo de Gargiulo y Codazzi) se celebraron en Roma trescientos veinte triunfos. A partir de esa fecha y hasta la caída de Roma la celebración de triunfos fue mucho más escasa y se estima que no superarían los treinta. El último triunfo conocido fue el de Belisario, pero ya en el Imperio de Oriente.
La principal industria de Roma sobre todo en la República y hasta el siglo I en el Imperio fue sin duda la guerra. De una ciudad-estado de carácter agrícola, pasó a dominar Italia, para posteriormente dominar el Mediterráneo. De los pueblos occidentales (Hispania, las Galias) se nutrió de recursos naturales y mano de obra esclava, hasta el punto de convertirse en un estado esclavista dependiente de dicha mano de obra. La definición de extrema pobreza venía dada en Roma por el hecho de no disponer de ningún esclavo. La conquista del mundo griego supuso una transformación de la sociedad romana, tradicionalmente austera, hacía valores de mayor refinamiento, cultura y lujo, algo que siempre tuvo detractores, como en el caso de Catón. Por último, la conquista de numerosos pueblos orientales supuso la obtención de ingentes cantidades de oro y tesoros de todo tipo que Roma supo utilizar, sobre todo en la construcción de infraestructuras y monumentos que revistieron de mármol a la ciudad.
Aunque pueda parecer obvio, el significado inicial de estas celebraciones sería tal y como lo cuenta Polibio “escenificar ante los ojos del pueblo las hazañas del general victorioso” y enseñar lo provechoso y lucrativo que podían ser estas campañas de expansión del imperio, mostrando los tesoros obtenidos, en contraposición al coste en bajas humanas que había supuesto.
Si pensamos actualmente en la celebración de la Champions League de nuestro equipo favorito, con desfile por la ciudad y la exhibición del trofeo ganado, podemos imaginarnos el impacto de un desfile triunfal, que perduraría durante años en el pueblo romano dado que no disponían de medios audiovisuales como ahora, con la contemplación del poder de Roma, sus enemigos humillados y la exhibición de elementos, muchas veces de carácter exótico, que no habían contemplado en su vida. En muchas ocasiones, el éxito del desfile dependía de la producción y puesta en escena del espectáculo, ya que si todo salía bien los beneficios para el triumphator eran evidentes en su cursus honorum, pero también para su facción política y sus ambiciones posteriores. Cualquier candidato a una magistratura apoyada por el general victorioso saldría elegido indefectiblemente.
Copa de plata representando el desfile triunfal de Tiberio. Vajilla del Tesoro de Boscoreale. Museo del Louvre
Pero claro, era una celebración compleja y de alto riesgo, en la que muchas cosas podían salir mal y de hecho así ocurría en muchos casos. Los desfiles más ostentosos y recordados fueron celebrados por Pompeyo Magno en tres ocasiones y por Julio César en cinco. La procesión de Pompeyo se vio interrumpida, ya que los elefantes que se había traído no cabían por una de las puertas, lo que dio motivo a todo tipo de chistes en alguien que se hacía llamar magnus (grande). A César no le fue mucho mejor cuando se le rompió el eje del carro en pleno desfile, casualmente junto al templo de Felicitas (Diosa de la Fortuna), obligando a parar la procesión. Tampoco produjo una buena impresión, según nos cuenta Dión Casio, la exhibición de Arsinoe la hermana pequeña de Cleopatra, capturada en las guerras Alejandrinas, ya que la visión de una chica joven cargada de cadenas inspiró más lástima que otra cosa a los espectadores. Y por supuesto está el asunto de las chanzas y canciones groseras de sus propios soldados que procesionaban detrás de él:
Ciudadanos, guardad vuestras esposas, traemos al putañero calvo.
Aunque sin duda lo que debió resultar realmente hiriente para César fue la alusión a unas supuestas relaciones sexuales con Nicomedes, rey de Bitinia a cambio de la obtención de una flota:
Cesar sojuzgó a la Galia y Nicomedes sojuzgó a Cesar.
Este comentario era especialmente duro para el honor de César, ya que sugería que mantenía la posición pasiva en la relación sexual, algo totalmente inaceptable en la sociedad romana y mucho menos para un patricio.
Algunos desfiles llegaron a ser decepcionantes y tal y como nos cuenta Floro, el desfile del año 132 a.C de Escipión Emiliano por la conquista de Numancia causó una pobre impresión al no poder aportar prisioneros ni botín al desfile, ya que había matado a toda la población y arrasado el emplazamiento.
Por último, además de los intentos de celebración de victorias ridículas, en muchas ocasiones provocadas a tal fin, se llevan la palma los intentos de Calígula y Domiciano por celebrar triunfos (algo que finalmente no consiguieron) sobre victoria inexistentes. Suetonio nos cuenta que Calígula intento disfrazar a galos de elevada estatura, tiñéndoles el pelo de rubio o pelirrojo, para hacerlos pasar por prisioneros germanos, añadiendo como botín enseres de su propio palacio.
Áureus del año 71 a.C., con el busto de África y atributos del augur en el anverso y la figura de Pompeyo en el carro triunfal en el reverso
El recorrido por las calles de Roma
Los dos autores antiguos que más información nos ofrecen sobre el recorrido de un desfile triunfal son Tito Livio y Flavio Josefo, aunque para este último hubiesen pasado más de cien años de la época álgida de este tipo de celebraciones. El escritor de origen judío nos aporta valiosa información, pero casi toda se refiere al triunfo celebrado por Vespasiano y Tito.
Aunque cabe pensar que quinientos años de historia es mucho tiempo para que no se produjesen notables cambios, tanto en la ceremonia como en el recorrido, respecto de este último, también es cierto que la tradición pesaría enormemente sobre cualquier cambio propuesto y salvo pequeños desvíos derivados de la transformación urbanística de la ciudad, el recorrido permanecería relativamente invariable.
Antes de abordar el posible trayecto hay dos asuntos que tratar que tenían una enorme importancia en la celebración: Estaba prohibido que los soldados armados entrasen en la ciudad, salvo algunas excepciones, como por ejemplo la celebración de un triunfo. Por otra parte, hay que tener en cuenta que el general perdería su imperium al traspasar el recinto sagrado o pomerium de la urbe, por lo que debía esperar en las afueras (en el campo de Marte) a que el Senado le concediese el triunfo y la asamblea del Pueblo prorrogase su imperium de manera temporal mientras celebraba su triunfo.
Hay que matizar que el general victorioso tenía que solicitar el triunfo, no se le otorgaba sin más y este trámite en ocasiones se veía dificultado por sus enemigos políticos, el cumplimiento o no de determinados requisitos de la victoria y su demostración, tales como que la victoria hubiese causado al menos 5000 bajas en el enemigo y que la batalla hubiese supuesto el fin de la guerra o la campaña. También había intereses partidistas o incluso el boicot de sus propios hombres si había sido especialmente tacaño en el reparto del botín. Se dieron casos en los que el solicitante tuvo que esperar varios años hasta poder celebrar su triunfo. Todo se reducía a conseguir los votos suficientes para tramitar la suplicatio y posterior votación del Senado favorable a la celebración del triunfo. Se sabe que Cicerón envió seiscientas cartas a distintos senadores pidiendo apoyo para la celebración de un triunfo que finalmente no se produjo.
El general probablemente se alojaría en la villa pública del campo de Marte, cerca de donde acamparían sus hombres. La procesión triunfal arrancaría desde el templo de Belona (diosa de la guerra) pasando al lado del teatro de Marcelo, para una vez atravesada la Porta Triumphalis (No se sabe la exacta ubicación de dicha puerta, aunque si la zona de manera aproximada) rodear el velabrum cerca de la roca Tarpeya hasta el foro Boario, para dirigirse a continuación a las instalaciones del circo.
Posible itinerario del desfile triunfal
Desde el circo Máximo la comitiva se encaminaría al Foro subiendo por lo que actualmente es la calle de San Gregorio, entre el monte Palatino y el Monte Celio, dejando a su derecha el anfiteatro Flavio (El Coliseo), hasta alcanzar los edificios del Foro al pie del Capitolio. Finalmente, el general y una parte reducida de su séquito subirían hasta el templo de Júpiter Óptimo Máximo para realizar las últimas ofrendas y sacrificios que pondrían fin al desfile triunfal, y al imperium del triumphator. Previamente, el líder enemigo vencido (como fue el caso de Vercingetorix y otros tantos) era conducido a la carcer próxima donde sería ejecutado, normalmente por estrangulación para evitar el derramamiento de sangre.
Desfile triunfal llegando al Foro. Imagen virtual de Roma. Fuente: https://faber-courtial.de
La composición del desfile
Considerando las primeras celebraciones de triunfos en Roma, que debieron ser bastante austeras, con alguna exhibición de ganado capturado, enseres, armas y prisioneros, podemos decir que a finales de la época republicana hubo una autentica inflación en el número y grandiosidad de estos eventos, que culminaron en los que hemos descrito anteriormente de Cayo Mario, Sila, Pompeyo, César y Octavio. Cada vez con mayor frecuencia el botín capturado servía para realizar obras públicas a mayor gloria del triumphator que cambiaron la fisionomía de Roma.
Con Augusto nacería el Imperio Romano y muchas costumbres cambiaron radicalmente a partir de entonces. Augusto consideró que el Emperador era el jefe supremo del ejército y solo a él y a su familia le correspondía la gloria de la celebración de las victorias de sus generales. El último triunfo de alguien no asociado a la familia imperial fue Cornelio Balbo en el 19. a C. ya que Marco Agripa, el verdadero genio militar detrás de Augusto, declinó celebrar su triunfo en el año 14 a.C. apoyando las tesis de su Emperador.
Con los matices que hemos apuntado anteriormente de los posibles cambios a lo largo del tiempo, podemos hacer un bosquejo con los elementos más comunes en los que coinciden las fuentes antiguas:
La procesión iría encabezada por los prisioneros y el botín de guerra debidamente custodiados, entre los que sobresaldrían los jefes militares vencidos, que ataviados con sus mejores galas y encadenados, serían probablemente transportados en carretas de forma visible para la multitud. En caso de haber muerto en combate o haberse suicidado (como fue el caso de Cleopatra para evitarse la humillación de ser exhibida en el desfile) se mostrarían efigies o cuadros de los mismos, así como maquetas de las ciudades conquistadas o determinados episodios de guerra dignos de mención. Esta posición de los vencidos delante del carro (ante currum) del triunfador permanecería estable a lo largo de los siglos.
Justo detrás del líder enemigo irían los lictores y el carro especialmente adornado del triumphator, el general victorioso, seguido de sus lugartenientes y hombres de confianza. A diferencia del resto de sus hombres, el general vestiría ropas civiles suntuosas, especiales para la ocasión. Poco sabemos de esta vestimenta, salvo que predominaban los colores púrpura y oro, de donde se deduce que podría tratarse de una toga purpúrea o una toga picta encima de una túnica palmata (bordada con palmas). En una mano sostendría un cetro y en la otra un ramo de laurel, lo que nos deja la duda de como mantendría el equilibrio durante horas sin sujetarse al carro. La cuestión del esclavo que supuestamente acompañaba al general sosteniendo una corona de laurel encima de su cabeza mientras susurraba memento mori es controvertida, ya que tan solo la menciona Tito Livio y algunos autores que lo citan. Con el falo que adornaría el carro para evitar el mal de ojo sucede lo mismo, Plinio en su Historia Naturalis es la única referencia al respecto. Algo similar sucede con la cara pintada de minio, tan solo aparece una referencia no refrendada por ningún otro autor y en realidad tan solo alude al color rojo.
Ilustración de un desfile triunfal por Denis Gordeev
Existen algunas evidencias materiales como la copa de plata representando el desfile triunfal de Tiberio perteneciente al Tesoro de Boscoreale (que se muestra en este artículo), en la que se aprecia una figura detrás del Emperador que bien podría ser un esclavo, sin embargo, esto contradice otras representaciones en monumentos o en monedas, donde la figura que corona al triunfador es una Victoria alada. En la mayoría de estas representaciones el triumphator no aparece con una corona de laurel, sino con una corona o diadema recubierta de piedras preciosas.
Finalmente, desfilaban los soldados que habiendo participado en la campaña habían sido escogidos en representación del resto de sus compañeros. Lucirían su vestimenta militar debidamente adecentada y pulida, con los ornamentos y medallas que les habían sido concedidas por actos de servicio. Llevarían coronas de laurel y el ambiente sería festivo entre ellos, entonando canticos militares, chanzas a su general y el grito triunfal io triumphe.
Bibliografia y webgrafía
Mary Beard. El triunfo romano. 2012. Editorial Crítica.
Sabino Perea Yébenes. Aclamaciones militares y poder político en Roma. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2537807
https://www.worldhistory.org/Roman_Triumph/
Enlaces de las imágenes
Imagen de portada: Fotograma de la serie Roma de HBO https://es.hboespana.com
Hola, me gustaría saber el nombre del esclavo que susurraba «memento mori», ya que después de leer bastante sobre la Roma imperial y sobre César, siempre se le define sencillamente como un esclavo más.
Gracias por el artículo, es una maravilla!!
Dracias Diana por el comentario. Tal y como comento en el propio artículo «La cuestión del esclavo que supuestamente acompañaba al general sosteniendo una corona de laurel encima de su cabeza mientras susurraba memento mori es controvertida, ya que tan solo la menciona Tito Livio y algunos autores que lo citan«. En otras ocasiones se sabe que el acompañante era un familiar, un amigo, o un lugarteniente del general
Brillante artículo, detallado y con la mayor precisión historicista y contrastada.
Gracias Sergio por tu amable comentario
Precisamente, la cara pintada de rojo de la foto del encabezamiento me llamó la atención. Ya veo que dices que no está claro si esa pintura se hacía y si se hacía siempre. ¡Interesantísimo todo el artículo!
Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado el artículo