Me he decantado por usar el término “cruzada” por su uso generalizado en la divulgación histórica actual, si bien esta denominación no aparecería hasta mucho más tarde. La primera referencia escrita del término cruzada aparece en el año 1220 y realmente se refiere a la guerra en la península Ibérica. No hay que olvidar que la victoria cristiana en las Navas de Tolosa tuvo un llamamiento previo a toda la cristiandad como Guerra Santa y gozó de la bula papal.
Fundamentalmente la tercera cruzada tenía por misión recuperar las plazas perdidas en anteriores cruzadas y reconquistar la Tierra Santa de manos de Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, conocido en español como Saladino consolidando un reino cristiano de Jerusalén para facilitar el peregrinaje hacia los Santos Lugares, tarea en la que las órdenes militares desempeñarían un importante papel. Por desgracia, para esta empresa los cristianos no estaban unidos y predominaban los intereses personales, la ambición y la búsqueda de gloria en ser los primeros en conseguir los objetivos. Esto había pasado en anteriores cruzadas de manera que cada rey hacía la guerra por su cuenta y estas rivalidades terminaban pasando factura al bando cristiano, siendo sin duda la mejor baza del enemigo.
La aportación de los reinos cristianos de la península ibérica a la tercera cruzada convocada por el papa Gregorio VIII para recuperar Jerusalén y otros lugares sagrados era cuantitativamente pequeña y la posición de los papas sobre si estos reinos debían ir a luchar a Jerusalén era conocida desde antiguo. No es solo que la cristiandad hubiese entendido la situación de los reinos hispanos dispensándolos de acudir a Palestina, para la Iglesia, la Guerra Santa que se libraba en la península ibérica contra los musulmanes tenía la misma entidad que la que se libraba en Jerusalén. Incluso el papa Pascual II mediante una Bula prohibió a los caballeros castellanos abandonar sus dominios para ir a luchar a Tierra Santa.
Aunque esta cruzada estaba formada por numerosas fuerzas y dignatarios como el margrave de Turingia, el arzobispo Gerardo de Rávena y las flotas de Génova y Pisa, así como caballeros de toda Europa desde Hungría hasta Flandes, podemos decir que había tres grandes protagonistas Felipe Augusto de Francia, Ricardo “Corazón de León” por Inglaterra y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico “Barbarroja”. Felipe Augusto y Ricardo estaban enfrentados, pues Ricardo se había negado a cumplir la promesa de casarse con Alicia la hermana del rey francés y éste se lo ha tomado como una gran ofensa. La expedición se inició con funestos augurios ya que Federico “Barbarroja” después de ganar dos batallas a los musulmanes murió en Anatolia al cruzar un río. La mayor parte de su ejército volvió a sus tierras de origen, aunque su hijo Federico VI intentando cumplir el deseo de su padre se dirigió con una parte del ejército a enterrarlo en Jerusalén.
De Marsella a Sicilia (julio 1190- abril 1191)
El rey Felipe Augusto de Francia partió el primero con sus naves desde Marsella rumbo a Génova aunque tuvo que permanecer un tiempo en esa ciudad debido a unas fiebres que había contraído y que le impedían zarpar. Por su parte el rey Ricardo permanecía en Marsella, desesperado por no tener noticias de su flota que ya debería haber llegado a dicho puerto, así es que decidió zarpar en algunas naves, barcazas y casi cualquier cosa que flotase por la costa de Italia en una navegación de cabotaje al abrigo de la tierra cercana hasta llegar a Nápoles, donde esperaría al grueso de sus tropas que irían por tierra, para dirigirse finalmente todos a Mesina.
En Sicilia, Ricardo tenía asuntos privados que resolver con el rey de la isla. La disputa venía porque la hermana del rey Ricardo, Juana Plantagenet, viuda del anterior monarca de Sicilia Guillermo II “el bueno”, era prisionera del actual monarca Tancredo, que fue coronado a principios de ese año con apoyo de los principales del reino. Ricardo al llegar exigió que liberasen a Juana y le devolvieran la dote que él mismo había aportado, así como la herencia que le correspondía a su hermana.
El rey inglés no se anduvo con miramientos y utilizando las tropas cruzadas conquistó y saqueó la capital del reino, Mesina, el 4 de octubre de 1190. Tancredo, teniendo todas las de perder accedió a las pretensiones económicas del rey ingles y puso en libertad a Juana. Ricardo y Felipe pasaron el invierno en Sicilia:Felipe zarpó el 30 de marzo y Ricardo el 10 de abril de 1191
De Sicilia a Chipre (abril 1191- mayo 1191)
Las tropas francesas llegaron sin problemas a Tiro en el norte de Palestina pero en cambio la armada de Ricardo fue sorprendida por una violenta tormenta hundió varios barcos y desperdigó a la mayoría. Tres de dichos barcos —entre ellos en el que viajaban Juana y Berenguela de Navarra, prometida del rey—, tuvieron que desviarse a Chipre donde uno de los barcos embarrancó en la costa.
Por desgracia, Chipre era en esos momentos terreno hostil; aunque formalmente pertenecía al imperio de Bizancio, las tensiones entre los greco-bizantinos y los latinos habían ido en aumento, hasta el punto de ser considerados como enemigos. Y lo peor era que el entonces gobernante de la isla, Isaac Comneno —sobrino nieto del anterior emperador Manuel I de Bizancio— de forma artera, engañando y falsificando títulos imperiales que le nombraban gobernador, se hizo con el control del ejército y terminó autoproclamándose emperador de Chipre, gobernando de forma despótica con ayuda de algunos desalmados, recurriendo a la violencia y al terror contra la población, especialmente contra los latinos que eran minoría entre sus habitantes.
Los chipriotas no solo capturaron a los soldados supervivientes del naufragio, también saquearon los buques donde iban parte de los fondos de la cruzada, aunque respetaron la nave donde iban la prometida y la hermana del rey Ricardo.
La reacción de Ricardo no se hizo esperar e involucró a los caballeros templarios y hospitalarios en la toma de la ciudad de Limassol y con ayuda de Guy de Lusignan —vasallo de rey por sus posesiones en Francia— que había venido desde Acre para ayudar a Ricardo, conquistaron Famagusta y el resto de la isla. Lo cierto es que para sorpresa de los chipriotas que habían apoyado a los cruzados para derrocar al usurpador, el rey Ricardo decidió confiscar los bienes y riquezas de todos sin distinción como botín de guerra, volviendo a esquilmar de nuevo un país para sufragar los gastos de la cruzada.
Perseguido por las tropas inglesas, Isaac se refugió en sagrado en el monasterio de Apostolos Andreas en la península de Karpass , la zona más al este de la isla. Si bien su situación era desesperada, ya que estaba recluido y sin tropas que lo defendieran, Isaac pidió parlamentar y puso algunas condiciones, entre ellas, que no le cargasen de cadenas de hierro. El rey Ricardo en el fondo no quería tomar por la fuerza un lugar sagrado, así que harto del personaje aceptó las condiciones en tales términos que Isaac no pudo dudar de su palabra. Sin embargo, el rey había actuado con astucia y una fina ironía, ya que cuando los soldados prendieron al depuesto emperador de Chipre lo cargaron con cadenas de plata que Ricardo había mandado fabricar, cumpliendo así su palabra.
Sin embargo, los planes de Ricardo para la isla eran mucho más ambiciosos, anunció que celebraría su propia boda en la isla con abundantes festejos y que restituiría la mayor parte de los privilegios que Isaac Comneno había derogado. La realidad era que Ricardo había decidido anexionar Chipre a sus dominios separando la isla del Imperio Bizantino y aprovecharía la celebración de la boda para autoproclamarse rey de Chipre y proclamar a Berenguela reina consorte de Inglaterra. La boda se celebró el doce de mayo de 1191 en la Iglesia de San Jorge, oficiando la ceremonia Jean el obispo de Evreux y actuando como testigos Garnier de Nablús maestro del Hospital de Jerusalén, Andrés de Chauveny, Godofredo de Perche y Roberto de Sablé consejero del Rey y freire templario.
El cinco de junio de 1191 la flota inglesa abandonó el puerto de Famagusta para recorrer el corto viaje que quedaba hasta la asediada ciudad de Acre.
La conquista de Acre y el periplo en tierras palestinas (mayo 1191- octubre 1192)
La rivalidad entre Felipe Augusto y Ricardo marcaron el desarrollo de los acontecimientos que sucedieron en tierras palestinas y que a la postre impidió la conquista de Jerusalén pese a los logros conseguidos. Dado que el objeto de este artículo es el de narrar las dificultades y peripecias de los cruzados hasta llegar a Tierra Santa, me limitaré en este apartado a hacer un breve resumen de los acontecimientos acaecidos en el periodo de guerra propiamente dicha y que daría para otro artículo o varios.
El primer enfrentamiento entre ambos monarcas se produjo al contar con diferentes candidatos al nombramiento de rey de Jerusalén. Ricardo apoyaba a Gui de Lusignan, uno de sus vasallos, mientras que Felipe Augusto y el resto de nobles apoyaban a Conrado de Monferrato quien a la postre resultaría elegido si bien a los pocos días de su nombramiento resultaría trágicamente asesinado en misteriosas circunstancias.
En el plano militar las fuerza cruzadas tomaron definitivamente San Juan de Acre en julio de ese año. Ricardo I propuso a Saladino la entrega de la población musulmana de la ciudad a cambio de la entrega de la Santa Cruz y una suma considerable como rescate. Saladino no acababa de pagar la cuantiosa suma y Ricardo ordenó que dos mil seiscientos prisioneros, hombres, mujeres y niños, fueran llevados a las murallas y ejecutados, algo que horrorizó al resto de los cruzados que no se atrevieron a impedirlo.
Felipe II, hastiado y enfermo decidió aprovechar la enfermedad como excusa para volver a Francia, aunque dejó su ejército en Oriente y juró no atacar los dominios de Ricardo I. De esta manera el rey inglés se convirtió en el líder indiscutible de la Tercera Cruzada.
Posteriormente, Ricardo se dirigió hacia el sur bordeando la costa ganando dos importantes batallas. Saladino empezó a inquietarse y, cuando los cruzados estaban ya cerca de Jerusalén, propuso una tregua de tres años: los cristianos se quedarían con la costa de lo que había sido el reino de Jerusalén, pero el interior, incluida la capital, quedarían en poder de Saladino. Después de pensárselo mucho, Ricardo aceptó. Tal vez le inquietaban las noticias que le llegaban de Inglaterra y de su hermano Juan, así como las posibles intrigas del rey francés. Como los cruzados habían hecho el voto de entrar en Jerusalén (se entendía que conquistándola) exigió a Saladino que les permitiera visitarla desarmados (con lo que, técnicamente, cumplían sus votos).
Con la firma del acuerdo de paz el rey inglés zarpó de vuelta a casa. Nunca volvería a Inglaterra y fue hecho prisionero, aunque esa ya es otra historia.
Bibliografia y webgrafía
Breve historia de las cruzadas. Juan Ignacio Cuesta. Ediciones Nowtilus S.L., 2009.
Las cruzadas: Una nueva historia de los guerreros por Tierra Santa. Thomas Asbridge. El ático de los libros. 2019. Barcelona
Historia de las cruzadas. Steven Runciman. Alianza Editorial. 2008
The life of Saladin. Behâ ed-Din. Palestine Pilgrims Text Society. www.archive.org
Chronicles and Memorial of the Reign of Richard I. William sStubbs. Cambridge University Press
Ricardo Corazón de León ¿rey valiente o soberano cruel y ambicioso? https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ricardo-corazon-leon-rey-valiente-o-soberano-cruel-y-ambicioso_14681/1
Y todo con unas gotitas de Leonor de Aquitania, madre de Ricardo y ex esposa de Luis de Francia ¿no?
un saludo y gracias.
Efectivamente Leonor de Aquitania fue una figura extraordinaria en su época que ayudó e influyó mucho en su hijo Ricardo. Gracias por el comentario
Gracias a usted.
Les leo con mucho interés. Un saludo.