Mucho antes de que existiesen las primeras civilizaciones e incluso los primeros asentamientos humanos, las mujeres habían asumido las labores de sanación y cuidado de enfermos, no solo de su familia sino de todo el clan, derivados de su mayor conocimiento de las plantas curativas, por el rol de recolectoras frente al hombre cazador, con la única limitación del factor religioso, que asociaba la enfermedad como una forma de castigo de las deidades o fuerzas sobrenaturales que regían el destino de la tribu y que al parecer, preferían estar en contacto con chamanes masculinos. La Farmacología y la Botánica tienen profundas raíces en las experiencias ancestrales de estas mujeres recolectoras de hierbas y plantas.
El factor religioso en los procesos de curación tuvo un importante papel en los albores de la humanidad y puede decirse que en el imaginario colectivo todavía pervive como un fenómeno pasivo o de recepción de favores para el enfermo por parte de la divinidad. Ni que decir tiene que en los períodos de preponderancia de deidades femeninas asociadas a la Naturaleza, (las diosas-madre: Tiamat, Ishtar, Astarte, Isis, Gea, Cibeles o la magna Dea romana), las mujeres también participaron en la parte activa como sacerdotisas, curanderas o chamanas, decayendo su papel con el auge de los dioses masculinos y la creación de ciudades y civilizaciones. A partir de ese momento, los roles femeninos cambian hacía posiciones de mayor sumisión al hombre, cuando no de mera pertenencia. Con el auge de la civilización, paradójicamente la mujer sanadora tiene menos relevancia social y con algunas excepciones en las civilizaciones sumeria, egipcia y posteriormente griega, que permiten a algunas mujeres ejercer como sanadoras con carácter general, el oficio se reduce al cuidado de otras mujeres y a la atención al parto.
El papel de la mujer en la sociedad romana
Si bien desde una perspectiva moderna tenemos la visión de una clara subordinación de la mujer romana a los hombres, especialmente en la época Republicana, donde las figuras de la matrona romana de clase patricia dedicada a la procreación y al cuidado del hogar y la de las vestales acaparan toda la atención de los historiadores romanos que nos sirven de referencia, frente a una realidad más diversa de las clases humildes y plebeyas, en las que muy probablemente las mujeres realizarían multitud de oficios, sobre todo en el mundo rural, lo cierto, es que por comparación con otras sociedades antiguas, la mujer romana tenía una gran capacidad de influencia, aunque siempre de forma indirecta y ya en el siglo V a. C. las romanas podían poseer tierras, redactar sus propios testamentos y comparecer en los tribunales incluso defendiéndose a sí mismas.
Desde el punto de vista jurídico, la situación de la mujer variaba notablemente de acuerdo a su estatus o la situación familiar, según fuesen menores, solteras en edad de casarse, esposas y divorciadas o viudas tras el matrimonio. El problema, no obstante, radicaba no tanto en la titularidad de derechos y obligaciones adquiridos, sino en la plena capacidad de obrar para poder ejercitarlos por ser considerada la mujer incapaz e inferior al hombre y estar siempre bajo la tutela de este, ya fuese el paterfamilias o el esposo (Las vestales no se sujetaban a la tutela del paterfamilias pero si del Pontifex máximus).
Fresco del siglo I a. C. de una mujer manipulando perfume en Pompeya. DEA / G. NIMATALLAH / GETTY
Cuando las niñas alcanzaban los doce años ya se las consideraba mujeres y podían casarse. Si no tenían un paterfamilias debían estar bajo tutela de otro hombre hasta que se sometiese a la manus del marido (pacto por el que la esposa pasaba a ser de la familia del esposo). Esta tutela desapareció en el año 410 gracias a una constitución de Honorio y Teodosio que les concedía a todas las mujeres el ius liberorum.
Naturalmente, es imposible simplificar en este apartado todas las situaciones y complejidades jurídicas de un proceso de 700 años en el que la sociedad romana progresivamente desdibujó las restricciones de derechos a las mujeres y una serie de sucesivas leyes fueron poco a poco igualando determinados derechos y la capacidad de obrar de éstas, aunque como bien sabemos nunca alcanzaron el plano político, con la excepción de la enorme influencia y prestigio que alcanzaron algunas de ellas, que de facto les permitió gobernar el imperio. Más allá de influir indirectamente como lo hicieron Cornelia la madre de los Gracos o Aurelia la madre de Julio César, podemos decir que mujeres como Livia, Agripina, Julia Domna o Gala Placidia participaron activamente en el devenir del Imperio Romano.
La medicina en Roma
Los romanos fueron grandes ingenieros, arquitectos y sobre todo juristas, pero todo lo relacionado con la ciencia y la investigación no era su fuerte. No obstante, como pueblo eminentemente práctico, absorbieron de los pueblos que conquistaron todos los conocimientos que les resultaron de utilidad y en temas médicos lo hicieron con los egipcios y sobre todo con los griegos.
La medicina en los primeros tiempos de Roma se componía de una mezcla de fórmulas mágico-religiosas y de remedios animales y vegetales. Es a partir del siglo II a.C. con la conquista de Grecia y la afluencia a Roma de médicos griegos (sobre todo esclavos) que organizan y asimilan conocimientos médicos de los griegos y se empiezan a escribir algunos libros sobre el cuidado de los enfermos y la salud. Los comienzos no obstante no fueron sencillos ya que existía una fuerte desconfianza hacía los médicos en general y los griegos en particular. Del siglo I d.C. tenemos referencias por Aulo Cornelio Celso en su obra De Medicina y por Plinio el viejo en su Historia natural, un auténtico compendio de más de dos mil volúmenes (en su mayor parte desaparecidos) de otros autores.
Visita al templo de Esculapio. John William Webster
Quizás la mayor aportación de Roma a la salud de sus ciudadanos provino de su ingeniería sanitaria: La construcción de una red de cloacas en las ciudades, el abundante suministro de agua que permitía el acceso a los baños públicos a la población y la garantía de que las clases más humildes no pasaran hambre por el acceso gratuito a determinados alimentos básicos, fundamentalmente trigo y otros cereales.
Las únicas parcelas propiamente romanas de la medicina procedían de los cirujanos militares, las comadronas (obstetrices) y el establecimiento de instalaciones cercanas a lo que hoy podríamos llamar hospitales: “Se denominaban valetudinaria (buena salud) y eran fundamentalmente hospitales militares. Se construyeron en todas las guarniciones situadas a lo largo de las fronteras del imperio. Edificados con piedra y madera, estaban cuidadosamente planificados y dotados de instrumental, provisiones y medicamentos. Por el contrario, no surgieron hospitales para civiles en las ciudades hasta el siglo IV d.C.” (Wikipedia. Valetudinaria).
Ilustración de Angus Mcbride
En relación a las obstetrices, los hospitales y las técnicas médicas romanas, recomiendo la lectura de los magníficos artículos que sobre estos temas ha escrito Maribel Bofill en su blog Gladiatrix en la Arena (enlaces al final del artículo en webgrafía)
Las doctoras romanas
Las fuentes que evidencian la práctica de la medicina por mujeres en la antigua Roma e incluso la enseñanza de la misma a través de diversas obras son amplias. Los más importantes son los testimonios arqueológicos, epigráficos, y documentales.
Las inscripciones en tumbas romanas han arrojado información muy concreta sobre mujeres que ejercieron la medicina, ya fuesen esclavas, libertas o incluso de alto estatus social. En estas inscripciones aparecen nombres como Primila, Empiria, Venuleya Sosis, o Salustia Ateneis asociadas al término “medica”. También son frecuentes las inscripciones funerarias en las que aparecen matrimonios que practican la medicina conjuntamente, si bien probablemente en estos casos habría una especialización por género, ya que era infrecuente que una mujer fuese examinada por un hombre. Es el caso de una inscripción funeraria del siglo. III d. C en Pisidia, en la que se nombra a Aurelio Pontoniano Asclepiades , su esposa, Aurelia Alexandra Zósima, y su hija, a las que atribuye conocimientos médicos. En otro caso una estela de época imperial menciona a un matrimonio de libertos con la esposa Naevia Clara como medica philologa (estudiosa o erudita), y a su esposo, L. Naevius como medicus chirurgus.
En Hispania está documentada en una estela funeraria Julia Saturnina, originaria de Emerita Augusta, casada con Casio Filipo quien la señala como “esposa incomparable, médica óptima, mujer santísima.
La doctora. Mural en Pompeya
En cuanto a los autores romanos que nos han dejado testimonio de mujeres que ejercieron la medicina, Celso, principal escritor médico del siglo I d.C., las describe favorablemente y habla de su compromiso con el trabajo. Por su parte Plinio el Viejo, en su Historia Natural, hace referencia a mujeres que practican la medicina en el siglo I a. C., mencionando trescientas veintisiete autoras griegas y cuarenta y seis romanas. En concreto Plinio menciona a Salpe y Olimpia.
Entre las mujeres que escribieron sobre ginecología y obstetricia tenemos referencias de Elefantis (o Filista) y Lais. Elefantis escribió libros de medicina y fue profesora en Roma. Asimismo podemos citar a Cleopatra y Aspasia. Cleopatra vivió en Roma en el siglo II y escribió el tratado de Geneticis.
Galeno (siglo II d.C.) nos habla de algunas medicas y su especialización: Origenia, y sus tratamientos para la hemoptisis (expectoración de sangre) y la diarrea; Eugerasia, con su tratamiento para la nefritis, y Antioquis de Tlos que vivió y ejerció en el siglo I a.C. en la ciudad de Licia. Sus especialidades eran la artritis y las enfermedades del bazo. Era hija del médico Diodoto y llegó a alcanzar gran fama en su ciudad de tal forma que sus ciudadanos por suscripción pública erigieron una estatua en su honor.
También encontramos referencias a muchas médicas romanas en las obras de Sorano especialmente de Metrodora que escribió un tratado titulado “Sobre las enfermedades y los cuidados de la mujeres”. Un pergamino de este tratado se conserva en la Biblioteca Laurenciana de Florencia y consta de 263 páginas divididas en 108 capítulos.
Metilia Donata medic [a]/de sua pecunia dedit/l (ocus) d (atus) d (ecreto) d (ecurionum) «Metilia Donata, una doctora, dio esto con su propio dinero. Este lugar fue dado por decreto de los decuriones»
De Metilia Donata se conserva un monumento funerario encontrado en Lion. Se cree que poseía un alto estatus social y que hubiera podido ejercer la medicina en la casa imperial, como médica de la corte.
Por último me referiré a Emilia Hilaria (300-363) una médica galorromana. Practicó la medicina y escribió libros sobre ginecología y obstetricia. Emilia era la tía materna de Ausonio, un galorromano que se convirtió en tutor del emperador Graciano el Joven. Ausonio la describió como “entrenada en las artes médicas tan bien como cualquier hombre” así como una médica honesta y hábil, que también ayudó a su hermano con sus propios estudios de medicina. (Wikipedia. Emilia Hilaria)
Bibliografía y Webgrafía
Margaret Alic .El legado de Hipatia. Editorial siglo veintiuno. 2014
https://es.wikipedia.org/wiki/La_mujer_en_la_Antigua_Roma
https://gladiatrixenlaarena.blogspot.com/2017/02/tecnicas-medicas-romanas.html
https://gladiatrixenlaarena.blogspot.com/2019/10/las-comadronas-obstetrices-antigua-roma.html
https://gladiatrixenlaarena.blogspot.com/2015/09/hospitales-de-campana-roma.html
https://arraonaromana.blogspot.com/2016/10/la-medicina-en-la-antigua-roma.html
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