En un artículo reciente Monstruos y seres prodigiosos en la antigüedad hacíamos alusión a la ingente cantidad de seres, ya fuesen reales o imaginarios, que diferentes sociedades (especialmente griegos y celtas) habían convertido en monstruos por una visión deformada de la realidad que distorsionaba las características reales de los existentes y aumentaba la de los imaginarios. Para la sociedad grecorromana en concreto, el término «monstruo» se usaba para describir seres que presentan características ajenas al orden regular de la naturaleza frecuentemente como una desviación de la misma especialmente para aquellos con características malignas y con singularidades extraordinarias.
La relación de estas criaturas prodigiosas es enorme y conocemos sus características gracias a autores como Homero, Herodoto, Plinio el viejo, Eliano, Solino etc en la antiguedad, e intermediarios como San Isidoro contribuyeron a la transmisión de este saber durante la Edad Media.
Los bestiarios medievales
Los bestiarios medievales constituyen una de las expresiones más singulares y fascinantes de la mentalidad cristiana del Medievo occidental. En apariencia, son simples catálogos de animales, tanto reales como fantásticos; sin embargo, su verdadero propósito trasciende la zoología. El bestiario no aspira a describir la naturaleza de forma objetiva en base a la observación directa y experimentación, sino a interpretar el mundo animal como un espejo moral y teológico basado en la auctoritas de los autores en los que se basa. Cada criatura es una lección para el alma, un emblema de virtud o de pecado, una figura de Cristo o del diablo.
Composición de hojas de bestiarios medievales
Este género tiene sus raíces en tradiciones antiguas, donde la observación de los animales ya se asociaba a interpretaciones simbólicas. El núcleo primitivo lo encontramos en el Physiologus, una obra redactada en griego en Alejandría entre los siglos II y IV d.C., cuyo título significa literalmente «El Naturalista». Este texto recogía descripciones breves de animales, plantas y piedras, cada una acompañada por una interpretación alegórica, casi siempre cristiana.
Una de sus sentencias más conocidas, referida al pelícano, afirma:
“El pelícano mata a sus hijos, y al tercer día abre su costado y los rocía con su sangre, devolviéndoles la vida. Así hizo también nuestro Señor Jesucristo con nosotros.” (Physiologus, cap. XXIII).
Este tipo de interpretaciones pronto atrajeron el interés de escritores cristianos, como San Isidoro de Sevilla, que en sus Etimologías (libro XII, De animalibus) sintetizó saber clásico y alegoría cristiana, y de ahí pasaron a los primeros bestiarios latinos. El género tomó verdadera forma en los siglos XI-XII, sobre todo en Inglaterra y Francia, cuando las versiones ampliadas del Physiologus se enriquecieron con nuevas bestias, relatos, y sobre todo con ilustraciones. Así nació el bestiario medieval tal como lo conocemos.
Estructura del bestiario medieval
Un bestiario medieval está estructurado como una colección de fichas o capítulos breves, cada uno dedicado a un animal —aunque algunos incluyen también árboles, piedras o monstruos. Cada ficha sigue un esquema regular: una descripción física, a menudo fantástica; una anécdota o comportamiento curioso; y, sobre todo, su interpretación simbólica, moral o religiosa.
Por ejemplo, el león suele inaugurar la serie, con un triple simbolismo cristológico:
“El león, cuando nace su cachorro, yace muerto durante tres días; al tercero, el padre ruge sobre él y le devuelve la vida. Así hizo Cristo al resucitar de entre los muertos.”
(Bestiario de Cambridge, MS. Bodley 764, fol. 2r)
Este pasaje ejemplifica la manera en que el conocimiento natural (real o imaginario) era subordinado a una lectura alegórica. No importaba si los leones realmente hacían eso: lo que importaba era que tal comportamiento servía como figura (figura Christi) del dogma cristiano.
Los animales podían ser reales (el ciervo, la liebre, el cocodrilo), míticos (el unicornio, el basilisco, el grifo), o monstruosos (hombres con cabeza de perro, biformes, sirenas), y todos poseían una función simbólica precisa. El unicornio, por ejemplo, sólo puede ser capturado si una virgen se sienta en el bosque; al sentir su pureza, el animal apoya la cabeza en su regazo y se deja atrapar.
Grabado representando a un unicornio y una doncella
El bestiario de Rochester comenta:
“Así el unicornio representa a Cristo, que por la virginidad de María entró en el seno del mundo.”
(Bestiario de Rochester, British Library Royal MS 12 F xiii, fol. 10r)
La belleza del género reside en esta combinación de lo zoológico, lo fabuloso y lo espiritual, que configura una visión total del mundo medieval: cada ser viviente tiene un lugar en el cosmos, un propósito moral y un eco en la economía de la salvación.
Simbolismo religioso de los animales
El corazón del bestiario no es la descripción natural, sino la lección moral que se desprende de cada animal. Las criaturas se convierten en modelos de virtud o en advertencias contra el pecado. Así, la lealtad del perro representa la fidelidad al Evangelio; la astucia del zorro simboliza las artimañas del diablo; el castor que se castra para escapar de los cazadores representa la virtud de la castidad voluntaria.
Uno de los ejemplos más repetidos es el de la sirena, que se presenta como símbolo del pecado de la lujuria:
“La sirena canta dulcemente en el mar, y con su melodía adormece a los marineros, que se precipitan a su perdición. Así hace la mujer lasciva con el hombre, conduciéndolo al infierno.”
(Bestiario de Aberdeen, fol. 68v)
Los animales también se usaban para distinguir entre el alma buena y la mala. El águila, que rejuvenece sumergiéndose en una fuente, simboliza el alma que renace por el bautismo. La pantera, que emite un perfume tras su rugido, representa a Cristo difundiendo su doctrina entre los pueblos. Por contraste, el basilisco mata con la mirada, y se convierte en figura del diablo.
Grabados representando a un grifo (izquierda) y a un basilisco (derecha)
Estos simbolismos se nutrían de una tradición exegética arraigada en los Padres de la Iglesia, quienes sostenían que toda la creación era un libro escrito por Dios (el Liber Creaturarum) que se debía leer espiritualmente. San Agustín decía que los animales pueden tener “valores alegóricos” (De doctrina christiana, II, 1-4). El bestiario es, en ese sentido, un apéndice visual y didáctico de la Biblia.
Función didáctica
Los bestiarios no eran obras científicas ni meramente literarias: eran instrumentos de educación religiosa. Se usaban en monasterios, catedrales y escuelas para formar la conciencia cristiana a través de ejemplos accesibles. El predicador, el maestro o el copista podían enseñar virtudes y vicios valiéndose de animales que el pueblo conocía, o al menos imaginaba.
Esta función didáctica explica la reiteración de ciertos tópicos. La fábula del castor, por ejemplo, aparece en casi todos los bestiarios, como advertencia contra los placeres carnales. También el ciervo, que mata a la serpiente con su aliento y representa al cristiano que combate el mal con la oración.
Además, el bestiario era una herramienta de meditación. En el silencio del scriptorium, el monje que copiaba un león o un unicornio meditaba sobre Cristo. El dibujo no era solo decoración: era una forma de oración visual.
Manuscritos iluminados y arte bestiario
Los bestiarios medievales no sólo eran textos: eran obras de arte. La iluminación de manuscritos alcanzó un altísimo nivel en los bestiarios de los siglos XII y XIII, particularmente en Inglaterra. Entre los más notables se cuentan:
- El Bestiario de Aberdeen (Aberdeen University Library MS 24, c. 1200), con magníficas miniaturas de animales en fondos dorados.
- El Bestiario de Rochester (British Library Royal MS 12 F XIII, c. 1230), notable por la intensidad narrativa de sus ilustraciones.
- El Bestiario de Oxford (Bodleian Library MS. Bodley 764, c. 1225), que combina texto y imagen con enorme refinamiento gótico.
En estos códices, cada animal va acompañado de una escena pintada que no busca realismo, sino expresividad simbólica. El león resucitando a su cachorro, el unicornio en el regazo de la virgen, el basilisco combatiendo al hurón, todos están representados con fuerza visual. El color, el dorado de los fondos, el dinamismo de las posturas, todo contribuye a la función catequética y estética del manuscrito.
Por ejemplo, en el Bestiario de Aberdeen, el dragón aparece enroscado en un árbol, como símbolo del diablo que tienta a la humanidad:
“El dragón, enemigo del elefante, se oculta en los árboles y le cae sobre la espalda para matarlo. Así el demonio acecha al justo.” (fol. 69v)
Grabado representando a un dragón
Este tipo de imágenes no eran decoraciones vacías, sino síntesis visuales de sermones, parábolas y dogmas. En una época en que la mayoría no sabía leer, la imagen era más poderosa que el texto. Por eso, los bestiarios se relacionan también con el arte de las catedrales, donde encontramos animales simbólicos en vitrales, capiteles y tímpanos, como en Chartres o Notre-Dame de París.
Legado e influencia en la cultura medieval
Durante los siglos XII y XIII, los bestiarios alcanzaron una enorme difusión en Occidente. Se tradujeron, adaptaron, resumieron, e incluso se hibridaron con enciclopedias como el De proprietatibus rerum de Bartolomé el Inglés. Su influjo se extendió al arte (gárgolas, frescos), la predicación popular, la escultura funeraria y las artes decorativas.
La visión del mundo que transmiten —jerárquica, simbólica, providencial— se armonizaba con la concepción teocéntrica del universo medieval. Nada era gratuito, ni siquiera la fábula más fantástica. Hasta el monstruo más improbable tenía un sentido moral. El mundo era un espejo del alma y un reflejo de Dios. En este sentido se notaba la influencia de la filosofía Platónica.
Sin embargo, con la llegada del Renacimiento y el pensamiento científico influido por el pensamiento Aristotélico que llega a través de traducciones árabes, el bestiario fue cayendo en descrédito para dar paso a catalogos de animales basados en la realidad científica y la observación. Su zoología fue vista como fabulosa y ridícula. Solo sobrevivió en forma de curiosidad erudita o como material literario para la alegoría. No fue hasta el siglo XIX, con el romanticismo y el simbolismo, que el bestiario volvió a despertar interés.
Bibliografia y webgrafía
Jorge Luis Borges. El libro de los seres imaginarios. Editorial Bruguera
Plinio el viejo. Historia Natural. Biblioteca clásica Gredos
Autora del estudio: Nilda Guglielmi. El Fisiólogo. Ed Eneida
Wikipedia. Bestiario
El Bestiario de Aberdeen (Aberdeen University Library MS 24, c. 1200). https://www.abdn.ac.uk/bestiary/ms24
El Bestiario de Rochester (British Library Royal MS 12 F XIII, c. 1230
https://blogs.bl.uk/digitisedmanuscripts/2019/05/book-of-beasts-at-the-getty.html
El Bestiario de Oxford (Bodleian Library MS. Bodley 764, c. 1225)