Seguramente nos horrorizaríamos si alguien nos contase que una familia ha obligado a su hermosa hija de quince años a casarse con un cincuentón achacoso y con visibles defectos físicos o mentales. Sin embargo, este tipo de casamiento a una edad tan temprana era algo habitual en la Roma del siglo I (véase la puella romana, educada para casarse en el blog de mi compañero Ángel Portillo de Divulgadores de la Historia) y de hecho, fue lo que le ocurrió a Valeria Mesalina cuando se casó con el entonces senador Claudio, tío del emperador Calígula. Naturalmente, no debemos juzgar los comportamientos de la antigüedad bajo las reglas éticas o morales de la actualidad, aunque si podemos estudiar y analizar los hechos con objetividad desprendiéndonos de nuestros prejuicios.
El problema radica en cómo se sustentan dichos hechos. Sobre este tema ya incidí en mi artículo los otros esclavos de Roma : El sesgo de las fuentes documentales. Los autores en los que nos basamos siempre son hombres, que además pertenecen a la clase dominante y el relato que nos ha llegado tiene esa única perspectiva, algo que por otra parte es extensible al conocimiento que tenemos del mundo romano en general, que era algo más que las élites que lo gobernaban. A esto, debemos añadir una cierta misoginia que impregnaba la propia sociedad romana, que solo esperaba de las mujeres virtudes como la pudicitia, el respeto a la mos maiorum y la más importante: ser una buena madre de familia.
A título de ejemplo puede verse la opinión que tenía Tito Livio de las mujeres en A.U.C. Libro XXXIV. 34.3.
“Revisad todas las leyes referidas a la mujer con que nuestros antepasados frenaron su licenciosidad y las sometieron a la obediencia a sus maridos; y aún a pesar de todas esas limitaciones, apenas las podéis sujetar. Si les permitís que arrojen tales restricciones y que os las quiten de las manos, para ponerse finalmente en igualdad con sus esposos, ¿creéis que las podréis tolerar? Desde el momento en que se conviertan en vuestras iguales, serán vuestras superiores”
Al igual que ahora, el matrimonio en Roma era un contrato, pero para los romanos, al menos los de clase alta, no era necesaria la existencia de amor tal y como lo entendemos hoy en día y en general los matrimonios se concertaban entre familias por intereses políticos, económicos o de prestigio social. El papel de la mujer romana se limitaba a ser moneda de cambio y aceptar su destino de dar hijos a su marido y ser la matrona romana que la sociedad esperaba de ella.
No obstante lo anterior, en el siglo I se produce en Roma una cierta revolución (al menos en las clases altas) por parte de las mujeres, que adquieren de facto mayor libertad sexual y poder o si se quiere expresar de otra manera, mayor influencia política. También podemos decir que la época en que vivió Mesalina, Roma era una ciudad corrupta y libertina, donde los asesinatos políticos estaban a la orden del día y se habían perdido los valores morales de la República que tanto deseó restaurar Augusto sin éxito. Este fue el marco histórico y el caldo de cultivo que sirvió de referente a Valeria Mesalina.
Aunque a priori pudiese parecer lo contrario, el matrimonio con Mesalina era más ventajoso para Claudio que para ella, al ser bisnieta de Octavia, la hermana de Augusto, es decir una “Julia” auténtica, con más pedigrí que los “Claudios”, algo que interesaba al emperador Calígula que obligó a su tío a ese casamiento en el año 38 a.C. cuando era senador.
Sobre la credibilidad de los hechos narrados, el propio Tácito nos advierte que por muy extraordinario que nos parezca, lo que cuenta sobre Mesalina es la verdad.
Tácito, Anales. XI, 27.
No dudo de que parecerá cuento fabuloso el escribir que ha sucedido………. y la verdad es que no he ido en busca de estas cosas para contar milagros, y que no lo son, sino una relación pura de lo que vieron y dejaron escrito nuestros antiguos.
Y desde luego no podemos ignorar a Plinio, Seneca y Flavio Josefo (coetáneos de Mesalina) ni otros autores cercanos en el tiempo, como Juvenal o Suetonio, que coinciden en el relato por muy misóginos que fueran.
Otro aspecto a tener en cuenta es que algunos de los autores escriben su relato de los hechos durante la dinastía Flavia y no hay que descartar un cierto sesgo político al contraponer, quizás con exageraciones, ciertos personajes, narrados como corruptos o depravados de la dinastía Julia-Claudia, frente a las supuestas bondades de los Flavios, algo que naturalmente (como cliché) ha llegado hasta nuestros días.
La ascensión de Claudio al poder
La mayoría de las versiones cinematográficas de la figura de Claudio, incluida la famosa serie de la BBC basada en el libro homónimo de Robert Graves, Yo Claudio y en su continuación Claudio el dios y su esposa Mesalina, nos lo describen más bien bajo de estatura, rechoncho y poco agraciado, además de cojo y tartamudo (estas dos características si eran ciertas). Sin embargo, si nos atenemos al relato de los autores clásicos y a las estatuas que han sobrevivido, la imagen que se ha transmitido en el cine está muy lejos de la realidad.
Suetonio, Claudio XXX.
Ostentaba Claudio en su persona cierto aspecto de grandeza y dignidad, ora estuviese en pie, ora sentado, pero principalmente en actitud de reposo. Era alto y esbelto, su rostro era bello y hermosos sus blancos cabellos, y tenía el cuello robusto; pero cuando marchaba, sus inseguras piernas se doblaban frecuentemente; en sus juegos, así como en los actos más graves de su vida, mostraba varios defectos naturales: risa completamente estúpida; cólera más innoble aún, que le hacía echar espumarajos; boca abierta y narices húmedas; insoportable balbuceo y continuo temblor de cabeza que crecía al ocuparse en cualquier negocio por insignificantes que fuese.
Estatuas del emperador Claudio y la emperatriz Mesalina
Claudio no solo fue obligado a casarse con Mesalina por su sobrino Calígula. Podemos decir que también se vio obligado a ser emperador tras la muerte violenta de Calígula en el 41 a.C , aunque algunos autores lo ven como un oportunista, algo que en mi modesta opinión no parece encajar con su carácter y ambiciones.
A esas alturas de la historia de Roma, eran muchos los intereses opuestos a una vuelta a la vieja República y sin lugar a dudas, los pretorianos, la guardia del emperador, la que había ejecutado a Calígula, no estaban dispuestos a que el Senado tomase las riendas del poder, así es que perdonaron la vida a Claudio y le auparon a la púrpura como un elemento de continuidad de sus propios privilegios, no sin antes asegurarse una sustanciosa paga por su apoyo y protección, que se estima en 15.000 sestercios a cada soldado.
Lawrence Alma-Tadema. Proclamando emperador a Claudio.1867. Fuente Wikipedia
Los escándalos en la corte imperial
Estrictamente hablando, no existía el título de emperatriz y Claudio se negó a otorgar a su esposa el título de Augusta, incluso después de darle un hijo varón (Británico). Valeria Mesalina era joven e inexperta y aunque era la consorte del emperador, pronto tuvo que aprender a luchar contra una serie de poderes fácticos, especialmente los libertos de su marido (Narciso, Calixto, Polibio o Palas entre los más importantes) que controlaban la burocracia y las decisiones importantes de Claudio, manipulándolo de diversas formas al aprovecharse de sus debilidades y buena fe.
Inicialmente Mesalina se alió con Narciso el más importante liberto imperial, aunque finalmente acabaría siendo su peor enemigo y el responsable de su muerte. El inicio de las desavenencias en esta alianza con los libertos se produce cuando Mesalina ordena ejecutar a Polibio. Pronto hizo saber a todo el mundo la enorme influencia que ejercía sobre su marido y empezó a tomar decisiones haciendo creer a todos que contaba con el visto bueno de su esposo. Creció su ambición, el ansia desmedida de poder y la sensación de que era intocable por el respaldo del emperador. De hecho, nadie se atrevía a contar sus fechorías a Claudio, en la creencia de que tenía conocimiento o era partícipe de ellas.
Poco a poco, se fue deshaciendo de sus rivales políticas (entre otras Livila, la hermana de Calígula, y Julia, la nieta de Tiberio), fundamentalmente aquellas personas que pudieran disputar el trono en el futuro a su hijo Británico. Le tenía especialmente miedo a Agripina y a su hijo Domicio (Nerón), nieto de Germánico, que suponía una amenaza a la sucesión de Británico, algo que finalmente acabó sucediendo.
Asimismo fue dando rienda suelta a sus pasiones no satisfechas con su marido. El primero de sus amantes fue el actor Mnéster del que se cansó enseguida y a este le siguieron un sinfín de senadores y notables que bien de buena gana o por miedo, en la creencia que el emperador estaba al tanto, cayeron en sus brazos. Los asesinatos indiscriminados se sucedían, así como la corrupción, fundamentalmente con la venta de la ciudadanía romana, negocio en el que participaban los libertos imperiales. Toda Roma conocía y temía a Valeria Mesalina, salvo al parecer el propio emperador.
Según nos cuenta Juvenal ( Sátiras VI, 114-135 ) se prostituía por puro placer en locales de baja estofa bajo el apodo de Lycisca:
Cuando su esposa, Mesalina, supo que estaba dormido, iría por ahí sin más que una doncella de escolta.
La emperatriz se atrevió, por la noche, a ponerse la capucha de una puta, y prefería una estera a su cama en el Palacio Palatino.
Vestida de esa manera, con una peluca rubia escondiendo su natural cabello, ella entraría en un burdel que apestaba a sábanas viejas y sucias, y hacer un cubículo vacío, suyo; luego venderse, sus pezones dorados, desnudos, tomando a Lycisca por nombre.
Plinio el viejo (Historia Natural X. 63), nos cuenta una historia que fue de general conocimiento en toda Roma dado el número importante de ciudadanos romanos de clase alta que participaron. Mesalina desafió a las prostitutas de Roma a una competición sexual en el propio palacio, aprovechando que su marido estaba en Britania.
Mesalina, esposa del emperador Claudio, considerando digna de una reina la palma ganada en una competición en este terreno, eligió para competir en ella a la más famosa de las prostitutas profesionales y la venció con veinticinco coitos en una noche y el día siguiente
La boda con Cayo Silio, el detonante de su caída
Pero si duda el escándalo más sonado de Mesalina y a la postre lo que causó su caída en desgracia y posterior muerte, fue la boda con el senador Cayo Silio, cónsul designado y estrella ascendente en el panorama político. Ya sea porque Mesalina se enamorase del atractivo senador o por una unión de conveniencia para derrocar al emperador, ambos urdieron un plan por el que convencieron a Claudio para divorciarse (supuestamente de forma temporal) para poder celebrar la boda con Cayo Silio.
De este acontecimiento tenemos numerosos detalles, ya que fueron muchos los autores que se hicieron eco del mismo, en especial Tácito que nos hace un minucioso relato. Suetonio (Claudio. XXIX, 3) nos cuenta como consiguieron engañar a Claudio para obtener el divorcio y que el consiguiente matrimonio fuese legal:
Pero lo que más cuesta creer es que le hicieron firmar el contrato de matrimonio de Mesalina y Silio, su amante, haciéndole creer que era una farsa, para echar sobre otro un peligro con el cual le amenazaban ciertos prodigios.
Aprovechando la ausencia del emperador que se encontraba en Ostia, la boda se celebró en el palacio Imperial de manera fastuosa, siendo invitadas las familias más importantes de Roma con todos los ritos inherentes a una boda (previamente, engañado, Claudio había firmado la consignatio tabullarum dotis) y en los posteriores festejos no se escatimaron gastos. Esta boda era el punto de partida de una conspiración para derrocar a Claudio y nombrar a Cayo Silio, emperador. Para Tácito no hay dudas de la participación de Mesalina en el complot, ya que Silio le habría prometido adoptar a Británico, lo que naturalmente implicaba la muerte de Claudio.
Victor Francois Eloi Biennoury. La muerte de Valeria Mesalina. 1850. Museo de Grenoble. Fuente Wikipedia
El complot se vino abajo porque el liberto Narciso alertó al emperador, que asustado por los acontecimientos, se refugió entre los pretorianos, dando carta blanca a Narciso para tomar las medidas necesarias.
Conspiradores o no, una gran parte de los asistentes a la boda fueron ajusticiados sumariamente, entre ellos el propio Silio. Por su parte Narciso sabedor de la debilidad de Claudio por Mesalina y temeroso de que finalmente le perdonara la vida por la mediación de la vestal Máxima Vibidia y de su madre, Domicia Lépida, envió algunos soldados para que obligasen a la emperatriz a suicidarse. Finalmente, uno de los soldados ante la indecisión de Mesalina la atravesó con la espada.
Claudio hizo prometer a su guardia pretoriana que le mataran si volvía a casarse, aunque él mismo no cumplió su promesa y a instancias de sus libertos, poco después se casó con su sobrina Agripina, quien naturalmente se deshizo de Britanico y envenenó a Claudio para aupar a su hijo Nerón a la purpura imperial. Puede decirse con propiedad que Agripina superó con creces “las maldades “de Mesalina, aunque finalmente fue asesinada por su propio hijo Nerón. Pero esa ya es otra historia…
Bibliografia y webgrafía
Guglielmo Ferrero. Las mujeres de los Césares. pgs 136-150 EMECE editores.
Manuel Mañas Núñez. Mujer y sociedad en la roma imperial del siglo I https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=809540
Arcadio del Castillo. Reflexiones sobre el matrimonio de Valeria Mesalina y Cayo Silio https://www.academia.edu/35530695/REFLEXIONES_SOBRE_EL_MATRIMONIO_DE_VALERIA_MESSALINA_Y_CAYO_SILIO_EN_EL_A%C3%91O_48
Juan Luis Posadas. Muertes paralelas: el fin de las Julio-Claudias https://www.academia.edu/9312828/Muertes_paralelas_el_fin_de_las_Julio_Claudias
Wikipedia. Mesalina https://es.wikipedia.org/wiki/Mesalina
Enlaces de las imágenes
Imagen de portada: Pintura de Thomas Couture. Los romanos en su decadencia. Museo D´Orsay.1847. https://en.wikipedia.org/wiki/The_Romans_in_their_Decadence
LA LUCHA ENTRE EL ANTIGUO MATRIARCADO CONTRA EL MODERNO PATRIARCADO
La postura de Tito Livio, no es más que un reflejo de muy antigua lucha entre el Matriarcado paleolítico, y el Patriarcado neolítico (Inugurado por los Patriarcas Bíblicos). Tal poder Matriarcal lo han querido recuperar siempre, hasta la fecha actual, sin mucho éxito.